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Durante seis días de viaje a nuestra hermosa Galicia, concretamente a La Coruña, Santiago de Compostela y Lugo, donde visitamos algunos bonitos pueblos como Betanzos, pude gozar además de la belleza del paisaje y las copiosas y entretenidas comidas, de la compañía de un grupo estupendo.
Pero me voy a referir concretamente a unas mujeres a las que han denominado “las viejas glorias”, ellas eso nos dijeron.
Puede parecer normal, y hasta fácil, seguir a un grupo en una dinámica de viaje, pero cuando se tienen años las cosas no son tan fáciles, y ellas hacían que así pareciera.
Con sus achaques, y sin que nadie los notara, tiraban para adelante en un paseo, en una salida a cenar cuando nos daban la noche libre y podían haberse quedado en el hotel descansando, ellas salían a aprovechar esos momentos para disfrutar la vida.
Me llamaba la atención la voluntad de alguna de ellas para caminar a pesar de su cadera averiada, o la espontaneidad con que otra se expresaba, libre de prejuicios, sin miedo a criticas que muchas veces son tan dañinas; también, en momentos, pude apreciar como una de las parejas se apoyaban el uno al otro para caminar mejor y más rápido, y la acogida señores, la acogida de estas personas fue fantástica, nos incluyeron en el grupo y además nos sentimos queridos y aceptados, cosa que no siempre es fácil.
En el viaje, como en todos los momentos de nuestra vida, proyectamos lo que somos, para que un viaje sea agradable todas estas pequeñas cosas son muy importantes, al menos a mi así me lo parece, a no ser que lo que queramos sea crear una sociedad cada vez mas endurecida.
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