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A LA LUZ DE TORREVIEJA
 
Lejos del desamparo, Torrevieja ha sido y es ciudad afortunada en palabras amigas. Ya en l887, Luis Canovas estrenaba en Alicante la comedia Torrevieja, ayer, hoy y mañana, que completó en 1909 con la novela El Obstáculo, y recientemente, en 1965, apareció Eva no tuvo madre, narración novelesca de José Martínez Arenas, en cuya intencionalidad hay más fuerza de futuro que regusto de presente.

En las páginas de Canovas, la ciudad se denomina Turviel; en las de Martínez Arenas, Torremar, pero en ambas es el mismo pueblo el protagonista. Incluso observamos curiosa similitud en las grotescas etopeyas de las tres ´Marías´, de Martínez Arenas, y las ´Dominicas´, de Canovas.
Es Torrevieja el móvil de amor que inspira a ambos escritores. Así, dice Martínez Arenas: ´Torremar tiene un esplendoroso paisaje de luz. Está asentado sobre una roca que le permite vivir junto al mar, circundado por las salinas sobre las que fulgura el sol, encendiéndolas con ansias de evaporadas; pero ellas le resisten, deshaciendo sus rayos y vistiéndose con las irisaciones de su luz que se descompone, nerviosa, en el manto polícromo de sus aguas.´

Pero Torrevieja no es únicamente paisaje de luz o pulso de calle abierta, es además un modo de ser que se vierte en una rica galería de manifestaciones folclóricas del más noble espiritualismo.
En este sentido, Martínez Arenas se detiene en la romántica emoción que derrama la habanera, pieza musical ´que puede llamarse mulata, porque nació en Cuba por la aleación del ritmo de la danza africana con la indolencia soñadora del alma del Caribe, traída a Torrevieja por los barcos, que iban y venían con sal y azúcar, tejidos y tabaco, soldados y maderas, libros y correo, y, con ellos, ilusiones, cadencias y usos de aquí y de allí´.
Y añade que ´aquí quedó la cadencia de la habanera y allá el ritmo de la rumba, mezcla de la farruca y el garrotín con el tam-tam africano´.

Por su parte, en Canovas lo que destaca verdaderamente es la estampa de las salinas: ´El inmenso lago parecía una tela gigantesca de seda plateada, atirantada por los bordes. Un narrador de cuentos infantiles diría que era el manto de la princesa del reino de los titanes ... ´

Con acierto traza Martínez Arenas la imagen de la mujer torrevejense, en la que se conjugan ´todos los tipos de belleza de la mujer oriental con la elegancia helénica y la gracia mediterránea, produciendo este maravilloso ejemplar con piel tersa y morena, limpia y clara, suave como plumón de ave, ojos dulces y acariciadores, negros como el ébano de sus cabellos´.

Si para Canovas, Torrevieja nos llega modesta como cuando escribe que ´entre el paseo y el mar ( ... ), hay levantadas tres o cuatro casucas de tablas: una para los carabineros, otra para el bote salvavidas de la Estación de Salvamento de Náufragos, y otra para un cantinero que hace a la vez oficios de barbero y cirujano, y tiene allí huerto, corral, terraza y todo género de comodidades y desahogos´, para Martínez Arenas, la estampa se enjoya: ´frente al mar, una fila de los mejores edificios, incluyendo hoteles, bares y con Casino suntuoso forman el lado norte de un espléndido Malecón, que, al sur, tiene el pretil del paseo y, más a levante, la explanada del puerto que es muy ancha ... ´

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