Índice de Documentos > Boletines > Boletín Febrero 2006
 
- CREADORES DE CAUSAS
  En Filosofía, se entiende por accidente aquello que puede aparecer o desaparecer sin destrucción del sujeto, o cualquier cualidad que no es ni esencial ni constante, dicho sea, claro está, en forma muy resumida.

De manera que, para entendernos, hoy, un accidente no ha de ser necesariamente malo, puesto que un acontecimiento feliz también puede ser un accidente.
El accidente es una combinación de circunstancias que no dependen de uno mismo ni de la voluntad de otra persona, y sucede sin conexión con la línea de acontecimientos que observamos. Es casual, contingente, no esencial.

Lo apunto porque, para determinados psicólogos, entre los que destaca P.D. Ouspensky, “hay gente en cuya vida los acontecimientos importantes son el resultado del accidente”, y hay otra gente que está convencida de que “los acontecimientos importantes de su vida son siempre el resultado de sus acciones anteriores”.
Para el psicólogo citado, en este segundo grupo están los creadores de causas.
Pero, habida cuenta las desgracias que vemos en televisión, me temo que la idea predominante de accidente sea el principal obstáculo para comprender la teoría de este hombre.
De ahí que insista con un ejemplo aclaratorio:

Imaginemos que, estando atendiendo con interés y cuidado a un cliente, una inesperada llamada telefónica distrae nuestra atención.
Para Ouspensky, esa interrupción es un accidente, porque causó en nosotros un vacío de acción consciente.
Esto supuesto, sigamos imaginando que, afectados por la llamada, reanudamos la conversación con el cliente, pero no con la atención de antes.
Y ¿qué ocurre? Pues que, si al final, para no sentirnos culpables, “necesitáramos” atribuir al accidente la pérdida de la atención debida al cliente, seríamos componentes del grupo de gente que permanece bajo la ley del accidente, por no seguir un plan consciente.
En cambio, si, por fortuna, lográramos ocupar el susodicho vacío con renovadas acciones conscientes, aunque fuese sólo intencionalmente, estaríamos dando el primer paso para integrar el grupo de gente creadora de causas.
Ouspensky asegura que cuanto más ocupado esté nuestro tiempo con el trabajo consciente, menos espacio quedará para los acontecimientos accidentales.

Ahora bien, ¿qué mueve al creador de causas para que todo lo que hace valga la pena?
La consciencia de otra ley, la de causa y efecto, que controla cierta parte de acontecimientos de su vida.
Al respecto, se me ocurre pensar que cualquier cosa en que fijemos nuestro pensamiento influye con mayor o menor intensidad en nosotros.
Y puesto que accidente, como hemos dicho al principio, no significa otra cosa que la interrupción de nuestro actuar consciente, ¿por qué no fijamos nuestro pensamiento en que no es causa de efectos presentables hacer lo que hacemos (se supone que por accidente, o sea, inconscientemente) para que otros admiren lo bien que uno escribe, pinta, habla o actúa?
Y si, para cambiar de grupo, debemos llenar de acciones conscientes todo ese hueco, ¿no nos emocionará intentarlo sabiendo que sólo así el conjunto al que uno pertenece será algo mayor que la suma de sus partes?
Seguro que ha de valer la pena intentarlo, sobre todo sabiendo que una emoción positiva es ya una nueva causa.

Volver