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EXCESO DEL ´YO´
 
Siempre ha ocurrido, pero intuyo que el vicio llega ya a proporciones inadecuadas. La sociedad consumista, masificada, televisada, rumoreada, contada en voz, letra e imagen, invita –por lo que se ve– al exceso del ´Yo´. A falta de admiraciones externas, el afán de reconocimiento se sustituye con autopropaganda, una de las formas más temibles del exhibicionismo.

Observo que cada vez existe más personal que habla de sí mismo. Probablemente se deba a una necesidad enfermiza de protagonismo. Lo vemos –cómo no– en los políticos, pero también en reuniones de amigos, en cenas familiares, en tertulias radiofónicas y hasta en columnistas que juegan a ser noticia más que a opinar sobre sucesos ajenos.

El exceso del ´Yo´ no perdona; parece invadirlo todo. En Amazon, la tienda de libros más utilizada en internet, se dio hace año y medio un ejemplo muy ilustrativo. El célebre portal anunció que obligaría a identificarse a los internautas que incorporasen en su página web críticas sobre cualquier libro.
No es que a Amazon le disgustaran los seudónimos; le disgustaba la comprobación de que, amparados en el anonimato, algunos autores de renombre introducían críticas elogiosas sobre sus propios títulos o juicios demoledores sobre competidores.

El caso era, sin duda, un ejercicio exagerado del ´Yo´, aumentado con la destrucción del ´Yo´ del prójimo, costumbre nada extraña en la selva cultural.
A este paso, pues, ya no se sabe si el siglo XXI va a ser el del ´choque de civilizaciones´ o el del ´choque de los ególatras´.
La segunda opción sería, desde luego, el resultado de un trabajo largo, de milenios, al que la especie le ha puesto dedicación.
El egoísta nació quizá con el primer hombre, aunque no quedó bien definido hasta que llegó -Jean Cocteau- y sentenció algo así:
´Un egoísta es aquel sujeto que se empeña en hablarte de sí mismo cuando tú te estás muriendo de ganas de hablarle de ti´.

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