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La lectura de las colaboraciones de @Timoner en nuestro Boletín, recordando la humanísima sabiduría de su abuelo “Xiulante” que busco, ávidamente, nada más llegar la publicación a mis manos, me han sugerido estas líneas para expresar mi criterio de que los hombres de nuestro próximo ayer estaban hechos de una pasta distinta a la nuestra, los hombres de hoy; o era la forma en que se desarrollaban sus vidas lo que les situaba como en otra galaxia: ni mejores ni peores que nosotros, pero dotados de un sentido que les hacía como injertados en “los clásicos”; aún los analfabetos rurales que parecían nacidos con una infusa filosofía.
Aún llegué a tiempo de conocer a muchos así en los años fundacionales de nuestra Caja, en Cehegín (1949), ¡tan buenos amigos!, y mejores clientes en aquellos días tan difíciles.
Y me pregunto: ¿qué elemento vital era el que influía en aquellas vidas?: si el tiempo sin prisas, si el ambiente, o la continuidad de unas costumbres heredadas de años que parecían siglos...
El humanismo del abuelo “Xiulante” hace que me pare en la multitud de personajes a quienes los aficionados a rebuscar en archivos, en actas y capitulares de ayer “tratamos”. Y aparecen personas cual cortadas con un mismo patrón, y lo curioso es que tras ellas asoman sus vitolas de conservadores o de liberales, pero, por encima de todo, con un sentido de la dignidad, del honor, del pudor, de la responsabilidad; en suma, el testimonio que trasciende de aquél.
Sin entrar en el análisis de la clase de religiosidad que profesasen aquellos hombres diré, que les trascendían las virtudes cardinales, pues las teologales les hubiera situado en un humanísimo “séptimo cielo”. Y en quienes no primaba esa cualidad brotaba la bonhomía en un ejercicio o práctica de la prudencia, gracias a la cual nacieron nuestras antiguas Cajas de Ahorro, convertidas hoy en colosos de la Economía, rompiendo fronteras y esquemas jamás imaginados por aquellos próceres, del siglo XIX o del siguiente, tan lejanos ya.
Naturalmente que, cuanto antecede, no pretende ser una meditación y sí una reflexión. La historia, y los hombres que la llenan en lo grande y en lo chico, todavía y cada día, tienen mucho que enseñarnos, y nosotros no podemos olvidar que nuestra grandeza la debemos a tanta fortaleza y talentos dispensados.
Los de nuestra edad, hijos y nietos de tantos “Xiulante”, nos encontramos inmersos en una gran encrucijada: o nos resistimos, con todas las consecuencias que ello conlleva, o caemos en la vorágine arrolladora que cada día nos sorprende en lo tocante a principios, modos, moral, responsabilidad, etc.
Y no entro en los adelantos de todas las ciencias; ¡faltaría más!, pero sí aquello que decía otro viejecillo amigo:
“los modos, Señor, los modos”.
¡Enhorabuena, @Timoner! Y feliz año nuevo a todos.
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