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REFLEXIONES DE UN ENFERMO DEL CORAZÓN
 
Solo tengo una pena en la actualidad y es que he tenido que estar enfermo del corazón para darme cuenta de lo hermosa que es la vida y de lo maravilloso que es el mundo que nos rodea.

En el año 1986 se me detectó una insuficiencia coronaria con tres arterias más o menos obturadas: cateterismo e intento fallido de angioplastia. Diez años más tarde otro cateterismo y ya solo me quedaba una coronaria obturada, e intento positivo de angioplastia con la implantación de dos stens.

Fue, pues, en el 86 cuando supe que estaba enfermo del corazón. Me afectó tanto que creí que no podría superarlo. Fue un fuerte mazazo, como creo le sucedería a cualquiera; gran desazón, rayando a veces en desesperación y pensando que ya todo había terminado para mí.

Pero, bueno, poco a poco fui reaccionando y siguiendo al pie de la letra las indicaciones de los doctores que me atendieron: no podía hacer nada de esfuerzo, pero pensé que era imprescindible hacer algo, algo que no fuera precisamente necesario, y sobre todo debía tener a la vista muchas cosas que, además de no necesitar esfuerzo físico para realizarlas, fueran más bien intrascendentes, como hobys.
Era necesario emplear el tiempo y tener siempre algo pendiente por hacer, pero siempre teniendo en cuenta que el no tenerlo hecho no supusiera trastorno alguno.

Por descontado que el tribunal médico me calificó inútil para el trabajo, lo que supuso causar baja inmediata en la Caja, y desde el año 1991 estoy jubilado. O sea, que me jubilé a los 55 años.

Primero que nada dispuse mi vida de tal forma que prioritariamente existiera un mínimo de una hora para dar un tranquilo paseo. Y así hay días que hago solo 4 Kms., pero hay días que llego a hacer 20, dependiendo de las horas de que disponga.

Aparte de esto, como ya exponía ampliamente en el anterior BOLETÍN, se me ocurrió nada más y nada menos que hacer una colección de piedras, con el resultado que allí se refleja.
También juego al bridge, a veces hasta cuatro días por semana, lo que supone estar ocupado de 4 a 8 de la tarde con este bonito juego.
A este juego me enseñó mi hijo mayor, que por cierto se inició en la Universidad de Valencia recibiendo clases. Particularmente recomendaría este juego a todos los jubilados por lo entretenido e interesante que es, además de que supone una gran gimnasia mental. Hay que considerar que hay tantos libros escritos sobre bridge como sobre ajedrez. Conozco dos clubes en Alicante que podrían incluso dar clases de ello si alguien estuviera interesado.
Parece ser que en España se considera un poco juego de élite, pero nada más lejos. En el extranjero lo juega todo el mundo e incluso es materia de Universidades.

Otra de mis pasiones de siempre ha sido la música, y entre todas sus manifestaciones, que todas me gustan, la de Bandas Valencianas. Hoy, exigiendo no ser cargo alguno de Presidente, Tesorero, Secretario, o Vocal, yo soy quien lleva todo el asunto burocrático de la Banda de Música de mi pueblo.

Con todo y con eso, la gran adicción de mi vida, incluso mi profesión, ha sido la Agricultura y, en ella me pierdo; hablo con mis árboles, ellos nunca me defraudan, nunca me hacen una mala pasada y con ellos soy feliz, me realizo.

Así es que siempre me encuentro con que tengo cosas pendiente que hacer. A veces muchas, a veces menos.

Como se puede observar, aparte de los viajes (procuramos hacer un par de ellos cada año mi esposa y yo), poco es el dinero que se necesita para llevar a cabo todas las actividades expuestas.
Y es que el dinero, por descontado que hace falta, pero también por fortuna no es tan importante como la gente cree.
Lo realmente importante es saberse amoldar al que se tiene y no ambicionar más, mirando siempre alrededor y sin comparar con los que tienen más que tú.
No, no es el dinero el principal factor para conseguir la felicidad. Y prueba de ello es que si miramos a nuestro alrededor veremos que hay mucha más gente feliz entre los que su poder adquisitivo está por debajo del nuestro que entre la gente cuyo poder adquisitivo es superior.

Y por último, quiero terminar con lo que considero fundamental para la buena marcha del enfermo del corazón. Y ¿por qué no?... para todo el mundo.

Como decíamos antes es imprescindible evitar al máximo los disgustos. Es lo que peor le sienta al corazón. Y para ello nada mejor que tomarse la vida con lo que yo califico como filosofía positiva. Y me explico:

Durante toda la existencia de uno, son continuos los problemas que se presentan. Eso es evidente. Positivo es enfrentarse inmediatamente a ellos y resolverlos. Pues ¿cuántas veces has resuelto un problema y rebosas de satisfacción al ver lo bien que se ha hecho?... Después, al paso del tiempo, días, semanas, meses o tal vez años, resulta que aquella solución ha tenido consecuencias desastrosas.
Y al contrario, te has disgustado momentáneamente por la resolución de un problema y, pasado el tiempo, ha tenido maravillosas consecuencias. Siempre independientemente de que para la resolución del problema hayas esperado más o menos tiempo, o incluso hayas puesto más o menos interés en él.

Otro consejo para la resolución de los problemas es que cuando se tengan varios para resolver, en vez de empezar por el más fácil e ir dejando el más difícil para el final, se haga al contrario. Primero el más difícil y así los demás ya casi ni son problema.

Siendo así lo que hay que hacer es resolver y no preocuparte demasiado de las consecuencias de la resolución. Que conste que si uno se lo propone, es más fácil de lo que parece a primera vista adoptar esta postura de resolver de inmediato y no dejar pasar el tiempo.

Positivo es no esperar nunca nada de nadie, ni de tus amigos, ni de tus familiares. ¿Acaso no te quieren de verdad? Si es así, ¿Porqué esperar? Estamos acostumbrados a esperar cosas muy concretas de las personas que nos rodean, y si por casualidad no se les ocurre hacerlo, allá que va el disgusto, sobre todo con la sensación de que nosotros nos merecemos eso y mucho más. Es exactamente la postura del egoísta: esperar, esperar siempre de los demás.

Por descontado que entre los tuyos, familiares y amigos e incluso conocidos, no hay ninguno igual a otro, y, por descontado, todos son diferentes a uno mismo. Por consiguiente no tenemos derecho a esperar y exigir de los demás cualquier cosa concreta que podamos desear en un momento determinado, por tonta que ella sea.

Si nos fijamos bien, cada instante, cada momento, en todas las circunstancias, estamos recibiendo cosas de los que nos quieren, de los que nos rodean, y por el mero hecho de no ser lo que nosotros esperamos en ese preciso momento, despreciamos todo lo demás. ¡qué tontería! Es precisamente eso, lo que sea que nos estén dando, lo que realmente tiene valor, pues nace de ellos y te lo dan incondicionalmente, de corazón, sin nada a cambio. Hay que recibirlo considerando que en esa acción te están diciendo: ´así soy yo y así me entrego a ti´.

Exactamente todo lo contrario si esperas y además exiges algo de los demás. En la gran mayoría de los casos, como no les nace en ese momento a ellos, como más o menos lo están haciendo forzados, sin la entrega de ellos mismos que en el fondo es lo que realmente tiene valor, resulta postizo, inadecuado y mal.

Yo es que en cada momento veo lo positivo, las cosas que hacen por mí todos los que me rodean y, no lo puedo evitar, soy una de las personas mas felices del mundo. A veces pienso si estaré un poco tonto, pero ¡que más da! Si es así ¡feliz tontería!

Claro que esto también tiene su contrapartida, y es que no tengo más remedio que pasarme medio año a régimen, pues con tanta felicidad engordo demasiado, y eso tampoco es bueno para el corazón..
Me defino yo mismo como un hombre simple, en el sentido estricto de la palabra: simple, sencillo, sin segundas intenciones, sin complicaciones.

Por eso soy feliz.

Así concluyo que la vida es muy hermosa y el mundo que me rodea, maravilloso. Y esta conclusión y este ´modus vivendi´ es, sin lugar a dudas, la mejor medicina y el mejor médico para el corazón.

 

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