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PEDAZOS DE MUNDO * UNA EXPOSICIÓN MUY PECULIAR
 
Tormos, pueblecito de La Retoría, a unos 20 kilómetros de Denia, 8 de Pego y 2 de Orba. Es mi pueblo. Allí existe una colección un tanto singular: mi colección de piedras.

Sólo piedras, guijarros de no más de 2 ó 3 centímetros de dimensión máxima por lo general. No importa en absoluto la forma, ni el tamaño, ni el color ni la composición química. Sólo son piedras de lugares, de caseríos, de aldeas, de pueblos, de países, precisando, eso sí, la autenticidad de la ubicación de origen. Por ejemplo: la piedra recogida en Ávila no se tomó de la muralla, si no de las rocas sobre las que se asienta ésta, el auténtico, indudable suelo de Ávila.

El hecho de empezar esta colección se debió a la circunstancia de habérseme diagnosticado una enfermad del corazón. Entonces, de común acuerdo con mi médico, determiné prescindir al máximo de las medicinas y sobrevalorar las normas de vida. Está claro que para un enfermo del corazón lo mejor que hay, además de no hacer esfuerzos físicos, es tener el tiempo ocupado en cosas más bien intrascendentes, que no supongan obligaciones ni den disgustos. Recuerdo que cuando le dije a mi esposa lo de las piedras no le interesó gran cosa, pero luego, poco a poco, al ir participando, hoy es casi tan forofa como yo. Fue en Marruecos, en un viaje turístico que hicimos, donde se empezó la colección. En la ficha de la primera piedra figura: “Unos 60 kilómetros al N. del paralelo 33 y entre los meridianos 5 y 6, cerca de Souk el Had, en la carretera de Asrou a Kenifra”. Fue exactamente el 9 de mayo de 1990, como figura en la ficha. Y ya desde entonces no hemos parado.

Además de las piedras que recogemos personalmente, están las que me traen amigos, familiares e hijos. El conjunto está dividido en secciones, figurando en lugar destacado la Comunidad Valenciana, que es mi sección favorita. Y es que mi esposa y yo nos hemos empeñado en recorrerla toda, cada pueblo, cada caserío. Otra sección es la de los viajes que ambos realizamos por la península, las islas o el extranjero. En esta sección tenemos recogidas 470 piedras, y como siempre que salimos hago un pequeño reportaje del viaje los tengo todos archivados, y en la ficha de las piedras figura un número y una letra que nos remiten a dichos reportajes. De momento hay 28 referencias.

Nuestros hijos, al menos dos de ellos, han salido bastante corredores y cada vez que hacen un viaje, por trabajo o por placer, me traen piedras, y también tienen su apartado. En este compartimento hay más de 200 piedras.

También están las piedras que me traen amigos y familiares que conocen mi afición y cuando visitan cualquier lugar, más o menos exótico, hacen la correspondiente recogida y en todas las piezas figura la fecha, quién me la trajo y cualquier circunstancia de interés. Más de uno me ha preguntado en qué año o fecha hicieron ellos tal viaje, ya que aquí queda todo reflejado.

Otra sección muy importante para mí es la de “Los amigos del bridge”. Todos los lunes y miércoles juego al bridge (otra tarea intrascendente y muy apropiada para los enfermos del corazón) en el Club de Denia, y como los compañeros de partida saben mi afición, cada vez que hacen un viaje me traen algún ejemplar. Cada uno tiene su numeración y su apartado. Es precisamente aquí donde encontramos las piedras más exóticas, pues estas personas son muy viajeras (son casi todos extranjeros) de modo que allí se ven piedras de la Gran Muralla China, de Japón, de Australia, de las dos Américas, de África, etc. etc. En esta sección tenemos más de 300 piedras.
Como anécdota curiosa está la del amigo que en un viaje a China fue a ver los famosos guerreros de Shiang (creo que se escribe así). Estas figuras, de unos 2 metros de alto como es sabido, son de terracota y este señor le dio un pellizco a uno de ellos y saltó un trocito que, naturalmente, está en mi colección.

La sección que acabamos de iniciar ahora es la de los Ramblig Walkers, que espero tenga tanto éxito como la del bridge. Esta asociación, toda de ingleses menos yo, se dedica a hacer senderismo cada 15 días por todas las rutas de la Marina Alta, y yo que presumía de conocer la zona bastante bien he de confesar que ellos me han enseñado muchas rutas desconocidas para mí. De esta sección solo tengo unas 50 piedras, pero como he dicho antes, acabamos de empezar.

Entre decenas de anécdotas de diferentes piedras (que figuran en sus correspondientes fichas) citaré una cuya protagonista es una sobrina mía que, siempre que puede, hace una escapadita a la India, y el año 2000, exactamente el 30 de marzo, se encontraba allí, en las faldas del Himalaya bañándose en el río Ganges: y no se le ocurrió otra cosa que coger del fondo del cauce una piedrecita para traérmela. Cual no sería su sorpresa cuando, al sacarla, comprobó que tenía una cruz dibujada en ambas caras.

Pero lo más bonito de todo es lo que uno disfruta conociendo mundo con el pretexto de la colección. Parece que el hecho de recoger una piedra de cada lugar incremente el disfrute del viaje o excursión. Puedo asegurar que los largos recorridos por toda la Comunidad Valenciana nos han supuesto una gran satisfacción; aunque yo ya conocía muy bien la provincia de Alicante, no me canso de volverla a recorrer. Y yo digo que he descubierto la provincia de Castellón: nunca pude imaginar que fuera tan bonita.

Cuando recogemos piedras, con mapas y planos en mano vamos a buscar los sitios, preestableciendo una ruta que a veces variamos sobre la marcha, y encontramos en ocasiones pueblecitos que no figuran en ningún mapa y, por el contrario, no localizamos ni por casualidad otros que sí figuran en ellos. No es extraño que nos adentremos por caminos vecinales para encontrar algo de interés, como en el caso del Reatillo (Requena).
Después, ya más tranquilos, volvemos a esos sitios que más nos han llamado la atención: así cito la Tinença de Benifassa, adonde ya hemos vuelto dos veces, o el Alto Mijares, o Penya Golosa, más de cuatro veces, solos o con amigos, todos en la Provincia de Castellón. También hemos vuelto a Requena (Valencia) a quedarnos un par de noches y conocer mejor todos esos lugares.
Y con respecto a la Provincia de Alicante, volvemos una y otra
vez a Agres, la Sierra de Mariola y toda la montaña alicantina, Penáguila, Benifallim, etc.
Es todo tan bonito y lo tenemos tan cerca… Lo que pasa es que precisamente por tenerlo tan cerca no lo apreciamos.

Así pues la colección de piedras no es solo la gran satisfacción que supone el tenerlas aquí expuestas. Es el trabajo que supone ficharlas, embolsarlas, exponerlas… el disfrute de ir a recogerlas y ¿cómo no? el ver que son tantos los amigos que se acuerdan de mí cuando viajan por el mundo.

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