Índice de Documentos > Boletines > Boletin Noviembre 2005
 
BAÑOS EN EL MAR MENOR
 
Resulta difícil concretar cuando comenzaron a valorarse los baños en el Mar Menor, aunque por supuesto que vienen de tiempo inmemorial, pero lo cierto es que es a finales del siglo XIX cuando van apareciendo los primeros veraneantes que, al principio, construyen sus casas en la Calavera, o sea, en las inmediaciones de San Blas, al interior, pues en aquellas fechas las playas estaban plagadas de fangos y mosquitos y se hacía imposible residir junto al mar.

Más tarde empieza a construirse en lo que podríamos llamar la cornisa de Santiago de la Ribera, que comprende la Explanada de Barnuevo y el Paseo de Colón, hasta los Castillitos, límite de La Ribera con Lo Pagán, las playas por excelencia de San Javier y San Pedro del Pinatar.

Los primeros pobladores son los Guirao y después, ya en La Ribera, los Bernales, Villar, Viudes, Ojeda, Hernández Mora, López Ferrer, Pedro Hernández, Juan Martínez, Meseguer, Clemares, Querubina Jiménez, Valcárcel, Manresa de Murcia y también algunos procedentes de los pueblos cercanos a Murcia: Beniaján, Torreagüera, etc., como Paco Hernández, Pelegrín, Rastrojo, y, por supuesto, los Barnuevo, fundadores del poblado, que se vienen desde la Torre Mínguez al Hotel frente al mar, en el que construyen una capilla privada en el año 1896 a la que permiten acceso al público.
Esta capilla fue utilizada hasta la construcción de la nueva iglesia en el solar cedido por ellos mismos, donde reposan sus antepasados. También construyeron sus parientes el Conde Campillos, el Conde de la Lisea, Teresina Barnuevo, etc.

El baño en las playas del Mar Menor es difícil, ya que la superficie es rocosa y carente de arena, por lo que es necesario el uso de calzado, lo que hace que proliferen los balnearios: casetas de madera a unos metros de muelle desde la playa, construidas en unas plataformas donde se disfruta de la brisa del mar y que sirven para guardar las cosas del baño, silletas de playa y vestirse y desnudarse.
Más tarde, al construirse las torres, en cada una de ellas se hacen unas grandes plataformas para uso y disfrute de sus propietarios, en las que se colocan parasoles y duchas. Paulatinamente han ido desapareciendo torres y balnearios, unas por caducidad de sus concesiones y otros porque, en un momento determinado, se propagó que eran pequeños feudos contra los que había que luchar.

También desaparecieron las casetas de baño instaladas a todo lo largo de estas playas, y sus toldos, bien de lona, albardín o sisca (más tarde de lona de colores), sustituyéndose por las sombrillas actuales.

En cuanto a los baños públicos contaban con balnearios en los que alquilaban casetas para cambiarse de ropa y tenían unas escaleras interiores para bajar al mar, provistas de unas esteras de esparto que evitaban que se pudieran ver las piernas a las bañistas.

Más tarde, al regenerar las playas y dotarlas de arena, se empezó a tomar el sol en ellas, y los balnearios, cumplida su misión, fueron desapareciendo o se dedicaron a otros usos, como el de Miramar y el de Los Arcos, utilizados como escuelas de piraguas y vela, y el Floridablanca de Lo Pagán como restaurante.

Además de los baños existía una gran afición a los deportes de vela y, desde los primeros tiempos, hubo una flota importante de este tipo de barcos, aparte de los que utilizaban los pescadores, hasta que, más tarde, se impusieron los propulsados a motor.

En lo que hoy es Miramar existían unas casetas de madera con tinas dedicadas a los baños calientes, que se tomaban en número de nueve con agua caliente extraída del mar, con temperaturas hasta donde se podía resistir; después, el bañista se liaba en una manta para sudar y guardar el calor del baño disfrutado. También los balnearios públicos tenían dedicadas algunas de sus casetas a baños calientes. Por motivos que desconozco, el número de baños era de nueve y en algunos casos los bañistas se purgaban antes del novenario.

Los bañadores eran de tela y no solo cubrían los brazos y los hombros, sino que llegaban hasta media pierna y pantalones hasta los tobillos. Cuando se fueron modernizando estas prendas, los caballeros llevaban bañadores que cubrían la parte de arriba, como si fueran camisetas de sport, y aún recuerdo cuando comenzamos a utilizar los entonces conocidos como meybas. Y para qué decir la llegada de los bañadores de dos piezas o bikinis.

Volver