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LA VIDA CON FILOSOFÍA
 
La Filosofía no sólo enseña a pensar con argumentaciones sino que sirve para desenmascarar en público a los falsos sabios, a los manipuladores, a los doctrinarios, maniqueos y demagogos; sólo por ello no es aconsejable que se reduzca la ya escasa presencia de esta asignatura en los planes de enseñanza secundaria, como pretendía el gobierno, aunque algunas protestas han promovido que la ministra de Educación replegara velas con prontitud.

Existe el tópico de que la Filosofía es aburrida; incluso se asocia a entretenimiento de pedantes. Desde luego, no aconsejo a nadie que aproveche una cena con sus amistades para convocar ante el mantel la memoria de Aristóteles, Leibnitz o Spinoza.

Sin embargo, habría que preguntarse dónde está la verdadera pedantería: si en el pensador auténtico y elegante que lo pasa todo por el tamiz de la lógica y razona en la conversación –sin necesidad de atacar al prójimo con citas de Schopenhauer o Bertrand Russell–, o en el cazurro que sentencia de todo y opina sobre todo, con cerrazón a cualquier argumentación que se le oponga.
¿Quién es, a veces, el verdadero pedante?

Se cuenta que Kant, cuando ejercía como profesor en Koenigsberg, preguntó a un alumno si conocía las causas de las auroras boreales. El interrogado respondió que sí, pero que no lo recordaba en ese momento. ´Pues es un olvido imperdonable –apostilló el filósofo– porque habéis sido el único en el mundo que ha sabido esto alguna vez´.
Aunque no sea más que una anécdota, ¿quién aparentó aquí un saber que no poseía?
Con el razonamiento se aprende a ser crítico y a no dar por válidas, de entrada, las consignas y frases contundentes que tanto gustan a los políticos.

Razonar es pensar, que no es poco, tal como están los tiempos. Y de la sinrazón a la intolerancia no hay ni siquiera un paso, están en el mismo sitio.
Por eso decía Quevedo aquello de ´pueblo idiota, seguridad de los tiranos´, que era un aviso de que mejor tomarse la vida filosofía.

 

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