Ahora, en la madurez de mi vida, me puedo permitir observar lo que pasa a mi alrededor. Observo a los jóvenes y a los menos jóvenes, y me doy cuenta de que unos y otros siguen cometiendo los mismos errores de siempre.

            Las prisas, el querer tener más, el crearse necesidades de las que podrían prescindir. Todo ello los va envolviendo en un torbellino del que a la mayoría les será imposible salir.

            Yo les diría que intenten vivir con los suyos más y mejor. Que el problema de turno lo resuelvan con amor, porque el amor encierra en sí tantas cosas que se pueden llegar a sentir felices. Esto, junto con los valores de la vida como son la amistad, el deber, la paciencia y tantos otros, ayudan a allanarlo todo.

            Vivid con alegría, y cuando en el camino de la vida os unáis, si Dios os concede hijos, transmitírsela a ellos. Amaos sobre todas las cosas, mantened siempre el equilibrio, la sensatez y la moderación, porque así ¡qué bien se va hacia adelante!

            Al leer estas líneas, muchos jóvenes pensarán ¡qué rollo! Pero si lo ponéis en práctica experimentaréis el buen resultado que se obtiene.

            También espero que comprendáis lo importantes que sois para un futuro mundo mejor.