Diez negritos
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JOSÉ FERRÁNDIZ LOZANO
www.joseferrandiz.com
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Nos hemos empeñado en sacar adelante eso del lenguaje políticamente correcto y vamos a conseguirlo. El lenguaje políticamente correcto no es otra cosa que una cursilería que se inventó no sé quien para no se sabe qué. El caso es que el cursi políticamente correcto no dice "negro" para referirse a una persona de raza negra, por considerarlo despectivo, sino que prefiere decir hombre o mujer "de color", dejándonos a los demás —a blancos, amarillos, rojizos o mestizos— en situación comprometida, pues se supone que en versión políticamente correcta somos nada menos que incoloros. Lo malo es que el correcto o correcta de turno no sólo dice lo que dice sino que aspira a que
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todo el mundo le iguale en cursilería, a la espera de que el número de cursis por metro cuadrado aumente.
Recuerdo que hace cinco años se consumó una de las más disparatadas proezas de la corrección lingüística. Tuvo lugar en Alemania, donde la editorial que publicó una traducción de la novela de Agatha Christie "Ten little niggers" (la que en español conocemos como "Diez negritos") se comprometió a cambiarle el título, atendiendo una solicitud de la iniciativa Antidiscriminación de Hannover.
Quien haya leído la novela conoce la imaginación de Christie, su sorprendente final y su argumento. Diez personajes de pasado inconfesable acuden a una isla, a la que han sido convocados. Cuando están reunidos en un salón se activa un gramófono, oyéndose una voz que les acusa. En el salón hay una mesa redonda con diez figuri-
tas negras. A medida que van cayendo asesinados uno tras otro, van desapareciendo las figuritas negras, de donde procede el título original que los cánones de la corrección prefieren desvirtuar. La novela pasó a titularse en Alemania, hace cinco años, "Y al final no quedó ninguno", que es seguramente como le hubiera gustado a Agatha Christie titular una nueva obra de crímenes – de levantar entonces la cabeza – protagonizada por esos editores alemanes tan correctos, por los consentidores herederos de sus derechos de autora y por los correctísimos simpatizantes de Antidiscriminación de Hannover.
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