SIN PASAR A MÁS
Una de las mayores excelencias de la mente es ocurrírsele con rapidez lo que importa.
Citas como ésta, de Baltasar Gracián, ilustran el libro de Joaquín Morgado “Emociones e Inteligencia Social”. La de arriba encabeza el apartado “Cómo empezó todo: el origen de las emociones” que, por su extensión, resumo seguidamente: En tiempos remotos, las emociones eran simples respuestas instintivas para huir de situaciones peligrosas o para comer o aparearse. Para mantener a los organismos adaptados a su medio externo, el cerebro evolucionó como el órgano que hizo posible los cambios necesarios en la fisiología y el comportamiento, garantizando de ese modo la supervivencia y perpetuación reproductiva. El desarrollo de nuevos circuitos neuronales activaron los componentes adecuados a cada tipo de reacción emocional, originando progresivamente en el hombre la consciencia. Este fenómeno nos permitió darnos cuenta no sólo de lo que ocurría en derredor, sino también de lo que ocurría en nuestro interior, en buena parte del organismo, una percepción integrada y específica que invade la mente y es lo que llamamos sentimiento. Por tanto, sentimientos como el miedo, la sorpresa, el enfado, el asco, la tristeza o la alegría, provocan en nosotros patrones diferentes de cambios.
Se afirma que Gracián entendió como pocos el poder de las emociones para guiar el comportamiento, y localicé la cita de arriba en “El arte de la prudencia”, aforismo 68, que reza así: Hacer que comprendan. Es más importante que hacer recordar. Unas veces hay que recordar y otras aconsejar. Algunos dejan de hacer las cosas cuando es más conveniente porque no se les ocurre; entonces la advertencia del amigo debe ayudar a ver la utilidad. Una de las mayores excelencias de la mente es ocurrírsele con rapidez lo que importa. Por falta de esto se dejan de tener muchos aciertos. Ayude con prudencia quien pueda y pida ayuda, con discreción, quien la necesite: basta una insinuación. Es necesaria esta delicadeza cuando afecta a quien despierta. Conviene tener buen gusto y pasar a más cuando no bastara. Como ya se tiene el no, váyase en busca del sí con destreza, que la mayoría de las veces no se consigue porque no se intenta.
¿Tendría sentido la vida desprovista de emociones? Seguro que no. Morgado afirma que el cerebro humano es la clave. Un ser puramente racional, sin emociones, no sería muy diferente a un sofisticado robot. Son los sentimientos que el cerebro genera lo que más nos diferencia de las máquinas o de artilugios inteligentes artificiales. Y digo yo: Puesto que sabemos que los adultos mantenemos todavía células madre en diferentes órganos para reparar los daños que se puedan producir en los tejidos, y acabamos de enterarnos de que un equipo de cirujanos, tomándolas de los michelines del propio enfermo, se las dejó caer en la parte dañada del corazón, que empezó a regenerarse, ¿podemos inferir que el cerebro, capaz de transmutar energía sexual en energía vital, será también capaz de organizar motu proprio el traslado de células madre, para regenerar, por ejemplo, un árbol coronario? Yo creo que sí. Pero, ¡ojo!, que el cerebro responde de una forma muy literal a lo que imaginamos, y yo no sé cómo lo tiene que hacer. Así que, simplemente, le pido: Hazlo. Y confío en que lo intentará, Dios mediante, por supuesto.
Matías Mengual