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Teresa reinventada

 

JOSÉ FERRÁNDIZ LOZANO

www.joseferrandiz.com

 

El contrario sigue siendo el mejor aliado para la promoción de un producto. Y además sale gratis. Su colaboración no se basa en contratos, simplemente nace de provocaciones y trampas que se le tejen. A Ray Loriga, por ejemplo, le vino de cine recientemente que un crítico de la Iglesia descalificara su película "Teresa: el cuerpo de Cristo" antes de su estreno asegurando que presenta una Teresa de Ávila con tocado de mística carnal más que de mística tradicional. Aunque el crítico eclesiástico auguró un fracaso de recaudación, es muy probable que gracias a él y a sus declaraciones pasaran por taquilla más espectadores de los previstos. Y desde luego la versión de Loriga, ya vista, no pareció tan propicia al escándalo; en realidad, habría que definirla como una reinvención más de un personaje que computa un número de reinvenciones superior al de otros.

Innovadora, calculadora, tenaz, graciosa, mística, cultivada… ¿Cómo era en realidad Santa Teresa? No me atrevo a decirlo. Tenemos la Teresa inventada por ella misma en sus escritos y autobiografía –¿no es la autobiografía un género que encubre ficciones?–; tenemos la Teresa inventada por la Iglesia y la que creen descubrir los estudiosos literarios; tenemos la recreada en el cine, a la que Ray Loriga suma la suya. A falta de una visión única, todas merecen al menos atención. La hemos conocido sesentona, retratada por un pintor "de mala mano", como decía Azorín, que también intentó inventar la suya en una pieza teatral que no llegó a empezar porque, trazado el boceto, lo juzgó "imposible". La hemos visto con la cara de Aurora Bautis-

 

ta, con la de Concha Velasco, con la de Paz Vega. En resumen, que tenemos una Teresa tan plural en el fondo y en la forma que no hace más que convocar a creadores diversos que se acercan a su figura con  personal devoción –hasta Voltaire y Stendhal, despegados del catolicismo, aludían a ella con respeto–, que gusta a creyentes y descreídos.

 

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