LA AGONÍA DE LA GALLINA
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Francisco L. Navarro
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Tras muchos años de ímprobos esfuerzos e intentos por acabar con la gallina de los huevos de oro de la construcción, parece que los promotores han conseguido que, al menos, entre un período de agonía.
Si de algo hay que felicitar a los promotores es, sin duda, por su constancia. No así por su inteligencia, puesto que todo su esfuerzo en tal sentido se ha limitado a mover hacia la izquierda la coma en el precio de venta, cosa que ya –y muy hábilmente– habían desarrollado los profesionales de la hostelería cuando decidieron que si un café valía 100 (ptas.) para qué emborronar la pizarra si bastaba con poner 1,00 (€) y sin necesidad de calculadora ya estaba hecho el cambio a la moneda única.
¿Valorarán los promotores el sufrimiento que provoca intentar vender una vivienda -y que no haya comprador- con el mismo baremo que los antes potenciales compradores aplicaban a sus desvanecidas esperanzas de conseguirla ante el precio abusivo?
Lo verdaderamente lamentable del caso es que, siendo la construcción uno de los motores económicos más potentes, la quiebra de las promotoras no haría sino incrementar el problema de los que aspiran a tener una vivienda, ya que –de uno u otro modo– son muchos los sectores económicos que se ven afectados por la situación, los salarios se podrían ver gravemente dañados y con ellos, las esperanzas de poseerla.
Resulta incoherente que, siendo socialmente cuestionado el préstamo con usura, se ha consentido por todos los partidos políticos que gobiernan, o lo han hecho, que la vivienda –bien al que tenemos derecho constitucionalmente– haya caído bajo el influjo de la “usura del ladrillo”, donde no se ha tenido el menor recato en aplicar porcentajes absolutamente disparatados de beneficios que han impedido o dificultado gravemente el acceso a la misma de una gran masa de población.
Sí, ya sé eso de la ley de la oferta y de la demanda. También el argumento manido de que se puede alquilar una vivienda y no comprarla. La cuestión es: ¿el pagar hoy un alquiler me garantiza mañana un techo donde cobijarme? ¿Puedo confiar, en esta economía globalizada, en que mañana no tendré que dormir debajo de un puente si me quedo sin medios de vida? ¿El alquiler está dentro de unos límites razonables o, por el contrario, se ha subido al carro del abuso y está por las nubes?
Y, para colmo de males, el euribor, ésa cosa que la mayoría ni sabemos lo que es, no para de crecer. Con ello los que han conseguido acceder a una vivienda se ven en trance de perderla al no poder asumir el incremento que esto supone en las cuotas de amortización.
¿Puede uno esperar alguna reacción por parte de los políticos que suponga alivio para los ciudadanos? Permítanme que exprese mis más serias dudas, cuando no lo han hecho ante subidas escandalosas de productos de primera necesidad.
Con una política de consenso en los temas importantes: educación, sanidad, vivienda, seguridad, infraestructuras, la limitación del margen de beneficios a niveles razonables… se conseguiría una reducción notable de los índices de pobreza y se generaría riqueza al disponer de mayor poder adquisitivo, pero ¿Cómo renunciar al poder que otorga el dinero? Cuanto menor sea la capacidad adquisitiva del asalariado mayor será su dependencia.
Mientras tanto, nada importa quien caiga, y en el sector de la construcción se tiene muy claro: vendo muy caro mientras me compren y obtengo beneficios salvajes; si no me compran hago una regulación de empleo, despido al personal y, como cada promoción que hago es una Sociedad Limitada, mi patrimonio no se resiente. Si esto provoca que las obras no se terminen y los que han entregado cantidades a cuenta, aunque estén garantizadas, se queden sin vivienda, ¡qué se le va a hacer! Así es la vida.
¿Que esto afecta gravemente a la economía del país? Siempre queda el recurso de que Papá Estado tome las riendas y, con el dinero de todos, tapone las grietas que han creado los listos de siempre.
Eso, si quienes nos dirigen (nacional, autonómica o localmente) no están inmersos en las luchas políticas por posicionarse mejor dentro de su partido ante unas próximas elecciones o echando en cara al otro partido cualquier cuestión, bien con el consabido: “y tú mas” o tirando por tierra una buena iniciativa, simplemente porque no se les ha ocurrido a ellos.
En fin, por si al final resulta con esto de la crisis que me quedo hasta sin la última morada, he pedido que me incineren y en lugar de urna funeraria utilicen un bote de tomate (que luego se recicla la mar de bien).