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ES NUESTRA CULPA


Francisco L. Navarro 


     Me parece oportuno agradecer a los medios de comunicación que hayan difundido ésas manifestaciones, según las cuales se ha podido saber que la culpa de que nuestros hijos sean unos zoquetes  es exclusivamente nuestra, de los padres.

 

     Durante años no hemos parado de despotricar contra todas y cada una de las leyes que, sucesivamente, han ido escalando el panorama educativo hasta alcanzar ésa cumbre que permite que se pueda pasar de curso con cuatro asignaturas, lo cual – sin duda – garantiza que nuestros hijos no se queden atrás en compañía de alumnos de inferior edad. Lo que no he llegado a comprender muy bien es cómo entenderán una asignatura de un curso si tienen suspendida la del curso anterior, pero – a no dudarlo – ése es un asunto que está bien estudiado, aunque yo – en mi corta inteligencia – no sea capaz de asimilarlo.

 

     En el transcurso del tiempo  hemos visto con satisfacción como la autoridad educativa hacía caso omiso de la falta de respeto que los alumnos, nuestros hijos, tenían hacia esos maestros que, en aras de la modernidad, se habían convertido en “colegas” y, en realidad, para nosotros los padres no eran mas que unos “tíos”  que se permitían el lujo, alguna vez, de llamar zoquetes a los alumnos.

 

     Por eso no sé que tiene de extraño que algún que otro padre le haya dado dos buenos guantazos al profesor por quitarle el móvil a su hijo, llamarle berzotas o expulsarle de clase. Como si nuestros hijos no pudieran usar el móvil cuando quisieran, que para eso se lo compramos, porque ya se sabe la cantidad de asuntos importantes que se generan durante el día y que son inaplazables.

 

     También llegué a estar convencido de que era muy conveniente eso de cambiar los libros cada curso, para que no pudieran ser utilizados por otro alumno, con el riesgo de transmisión de infecciones que supone. Eso por no hablar de lo bueno que es ir a clase con una mochila gigantesca repleta de libros y no como nosotros que con la Enciclopedia Álvarez y poco más tuvimos que conformarnos y así nos va; escribimos sin faltas de ortografía, nuestra letra es aburrida de puro legible y hasta somos capaces de preparar un discurso. Lamentable, absolutamente lamentable…

 

     En fin, que siendo mi intención dejar mi dirección a la Sra. Ministra del ramo por si quiere ponerse en contacto conmigo, no me atrevo a hacerlo por si me localiza mi hijo al que he denunciado por maltrato y eso que siempre le he defendido contra los profesores. Será porque como tiene 27 años, está en último curso de bachiller y no quiere trabajar ni marcharse de casa le dije que le iba a retirar la paga de cien euros semanales que le daba para que no estuviera acomplejado y pudiera tomarse unas copas con los amiguetes.

 

     El problema es que como también él me denunció, el Sr. Juez me condenó no sólo  a darle cien euros a la semana, sino también a mantenerlo el tiempo que sea necesario (al fin y al cabo el hecho de su nacimiento no fue un acto suyo voluntario) y cuidar su bienestar.

 

     Aunque pensándolo fríamente, si le he dado siempre todos los caprichos, le compré un Volvo al cumplir los dieciocho años y tiene todas las versiones de la Play, no es plan decirle ahora que se busque la vida porque ¡menudo trauma!

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