¡Abridme vuestra puerta, amigos míos
y dejad que me siente a vuestra mesa!
¡Dadme, con vuestro pan y vuestro vino,
algo de comprensión y de consuelo!
¡Escuchadme tan solo unos instantes
para que pueda luego, confortado,
seguir buscando mi lejana meta!
Traigo los pies llagados que, en mi surco,
entre el polvo y el barro, me han herido
aguzadas espinas… Que mis manos
me duelen de vacías… Que me azota
la noche con sus sombras inconcretas,
el gesto sorprendido de la luna
y un miedo de cuchillos y de sangre.
El alma se me va por la corriente
de un no sé qué, que agosta mi esperanza.
¡Dejadme entrar en vuestra casa, amigos!
Tengo sed de canciones y de rosas,
de vertientes abiertas a la vida,
de canción de nacientes manantiales
y promesas de amor y de milagros…
¡Abridme vuestra puerta, amigos míos
y dejad que me siente a vuestra mesa!
¡Dadme, con vuestro pan y vuestro vino,
algo de comprensión y de consuelo!
¡Escuchadme tan solo unos instantes
para que pueda luego, confortado,
seguir buscando mi lejana meta!
Traigo los pies llagados que, en mi surco,
entre el polvo y el barro, me han herido
aguzadas espinas… Que mis manos
me duelen de vacías… Que me azota
la noche con sus sombras inconcretas,
el gesto sorprendido de la luna
y un miedo de cuchillos y de sangre.
El alma se me va por la corriente
de un no sé qué, que agosta mi esperanza.
¡Dejadme entrar en vuestra casa, amigos!
Tengo sed de canciones y de rosas,
de vertientes abiertas a la vida,
de canción de nacientes manantiales
y promesas de amor y de milagros…
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