Índice de Documentos > Boletines > Boletín Abril 2008
 


Demetrio Mallebrera

UN LIDERAZGO MUY HUMANO Y EXIGENTE


     El liderazgo en la empresa informativa debe poseer una gran capacidad de diagnóstico, de adelantarse a los acontecimientos para administrarlos con mayor eficacia. Eso ha dicho Moisés Ruiz, profesor de empresa informativa y liderazgo de la Universidad Europea de Madrid. Debemos admitir que en los medios es donde más se notan los cambios, empezando por las técnicas a emplear que son algo que repercute muy directamente en los empleos y sueldos y en las categorías laborales. Aquí es preciso entender la tecnología como fórmula de progreso y conocimiento continuado, un tren siempre en marcha de donde no puedes bajar. De ahí que sea oportuna una manera horizontal de participación y de construcción de procesos, que sea capaz de inspirar, motivar, escuchar, exigir y analizar en profundidad las decisiones, lo que vincula, da respuestas, genera reflexiones, reparte juego, anima a la consecución de logros y colabora en el progreso de los equipos. Para alcanzar de buen grado estos profesionales y humanos beneficios sociolaborales, muy enraizados en la formulación empresarial de este calibre, se requieren dos tareas básicas: gran capacidad de comunicación y de adaptación.

 

     No se nos escapa que para conseguir llevar a la gente al huerto con esos “pedazos” de trabajos, por muy motivadores que sean, se precisa de un buen gestor que sea líder empresarial moderno, que sea seguro y coherente en sus comportamientos  y  emocionalmente estable, que no caiga en tremendismos, que reste importancia a los contratiempos. Sin evitar una mueca, que no es falta de credibilidad sino, al contrario, un apoyo, un ojalá sea así, el autor citado define al líder en empresa informativa como persona creativa que libera de la presión al grupo y su acción permitirá que todos crean en el trabajo como una de las cosas que en la vida hay que hacer con brillo, además de tener el privilegio de hacer lo que a uno supuestamente le  gusta:  escribir, narrar, contar lo que sucede, pero con devoción y no como obligación, con vocación más que con oficio, incluso desarrollar el concepto de felicidad en el trabajo. En los tiempos que corren, este tipo de liderazgo exige mucho y supone conjugarlo con las doce ces, que vienen a descubrirnos la realidad empresarial y del mercado: Competitividad, confianza, clientes, calidad, cultura, conocimiento, comportamiento, compromiso, cambio, crecimiento, comunicación y creatividad. Ahí se verá la capacidad de comunicación, de adaptación y de liderazgo.

 

     Se trata de convertirlo todo en un proyecto en el que se han de aprender comportamientos y actitudes que conforman la cultura de la empresa, pero haciéndolo al revés del sistema tradicional en el que lo primero era la cultura como consecuencia de la actividad. Pues este autor prefiere definir primero no sólo lo que quiere hacer sino también con quién va a contar, y el primer director de esa orquesta será el líder que construya la cultura en base a tres pilares, según Marshall: filosófico, normativo y personal, aunándolos por medio de tres caminos: adaptación, coordinación y compartir valores y    creencias (fuerza moral). En un trabajo con tanto estrés no se puede dejar de lado el liderazgo de premiar lo bien hecho, de no exigir lo imposible, de tranquilizar ánimos en horas punta, de individualizar lo emocional, tener mano izquierda y un manual que contemple: Intuición y pasión, saber comunicar  (sobre  todo,  escuchar), tener e impulsar iniciativas, sacar de donde sea el sentido del humor que humaniza el esfuerzo, sentirse integrado en los equipos compartiendo también las tensiones, recordar que hay un  compromiso que es un objetivo común y, finalmente, una tortilla de pastillas de realismo. El ramillete de reflexiones es innovador y como para hacerse apuntes y chuletas. Decía Virgilio, y yo lo defiendo después de haber pasado por miedos, desengaños, fobias y limitaciones, que “no todos valemos para todo”.

Volver