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Manuel Gisbert Orozco

UN VIAJE A LA COSTA DEL SOL

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     La primera vez que fui a la Costa del Sol, llamada así sobre todo cuando no llueve ni hace viento, fue hace por lo menos veinticinco años. Actuaba, junto con mi esposa, de acompañante en unos de esos míticos viajes que organizaba la Caja para premiar a los pensionistas que habían depositado su confianza en ella. Aunque en realidad el primer viaje lo efectué unas semanas antes, esta vez acompañado de un par de compañeros de la CAM, de inolvidable recuerdo, que me mostraron, durante el día, los lugares que posteriormente tenia que visitar junto a los pensionistas; y durante la noche las zonas a las que bajo ningún concepto debía llevarlos.

 

     Por entonces, la ruta entre Málaga e Isdabe estaba jalonada por diversos pueblos, completamente aislados uno de otro, y separados por espacios verdes que todavía no eran campos del golf. Hoy, una sola calle ocupa todo el trayecto, y cuando llegas a Isdabe tienes que recorrer una serie de vueltas, revueltas, túneles y vericuetos (el autobús tiene que transitar hasta por dirección prohibida) para llegar a la Residencia. Un conductor poco experimentado, en vez de entrar en ella puede encontrarse, sin comerlo ni beberlo,  camino de Estepona o, si me tercian, de regreso a Marbella.

 Atendiendo a las explicaciones de la guía en una de las excursiones

     El último viaje que recientemente hemos hecho algunos componentes de JUBICAM pareció gafado desde el primer momento. Hasta cinco compañeros y sus respectivas acompañantes faltaron a la cita de la salida por problemas ineludibles de última hora. Tan a última hora fue, que, aunque se intentó, resultó imposible reemplazarlos. Para colmo, en la primera parada en Puerto Lumbreras, otra pareja tuvo que regresar precipitadamente por una enfermedad repentina. Quien diga que no nos estamos haciendo viejos se equivoca.

 

     Por suerte los problemas terminaron en ese momento, y, más anchos que alegres ya que da gusto viajar en un autobús medio vacío,  pudimos reanudar y posteriormente finalizar nuestro viaje.

 

     Pero dejemos las penas y vamos por las alegrías. En líneas generales fue un viaje que podemos calificar como muy bueno. Hubo mucha afinidad entre los distintos miembros de la expedición, posiblemente por su reducido número, y especialmente con los jefes de la misma, que estuvieron especialmente pendientes de todos nosotros. Las guías contratadas, excelentes. No solo por su labor, sino principalmente por el importantísimo detalle de que no nos abandonaron hasta que estuvimos cómodamente sentados: en el comedor del restaurante en que comimos, en el caso de Ronda; o en los asientos del autobús en nuestra visita a Loja. Lejos quedan los recuerdos de otras ocasiones en que la guía, una vez finalizada la ultima visita programada y mirando su reloj como si tuviese todavía la comida para poner al fuego, nos dice: “Tiren todos hacia abajo, luego tuerzan a la izquierda, suban hacia arriba y después a la derecha; cuando lleguen a ese punto.....pregunten, que ya están cerca”. Si les haces caso te encuentras, al cabo de media hora, en el mismo punto de donde habías partido y no te queda más remedio que coger un taxi que te lleve al restaurante, y eso si no has olvidado el nombre del mismo.

 

     Por primera vez en los viajes organizados por JUBICAM a los que he asistido, las comidas celebradas en ruta, tanto las dos de Loja como la de Ronda, han superado a las de destino, sin, en ningún caso, desmerecer estas últimas. Algo está cambiando en la mentalidad de nuestros rectores.

 

     De todas las excursiones solo reniego de la de Gaucin, lugar de cuyo nombre no quiero acordarme, que nos recibió con vendaval y bajas temperaturas; sus únicos alicientes, una ermita cerrada, una fuente de seis caños de los que no manaban carámbanos  de puro  milagro  y  una  tienda de las llamadas  “todo a cien” como único refugio momentáneo que nos permitió recuperar un hálito de vida, creo que no justifican una visita. Ni que decir, que salimos de allí antes de lo previsto y “echando leches”. Perdonen la expresión pero no he encontrado, en mi pobre vocabulario, otra más benigna. El resto de las visitas todas O. K.

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