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           VIRGINIDAD           


Francisco L. Navarro 


     A menudo recurro a Internet buscando información sobre temas que considero interesantes para elaborar algún trabajo o, simplemente, como ampliación de conocimientos.

 

     Seguramente no seré el primero que se asombra por encontrar algo inesperado y no buscado, máxime cuando aparece en un lugar cuya temática no parece la más adecuada para su contenido. Así me ocurrió cuando al introducirme en una página de compraventa de objetos usados apareció el anuncio que reproduzco seguidamente, en el que únicamente me he tomado la licencia de borrar los datos del correo electrónico:

 

Soy de Medellín, Colombia, vendo mi virginidad, tengo 23años. Lo hago para costearme mis estudios de Comercio Exterior.

Solo responderé a personas extranjeras, norteamericanos, europeos, e incluso asiáticos.

Espero propuestas de hombres serios interesados realmente en comprar virginidad, es un poco costosa, pero cierta, solicito examen de VIH, y también lo puedo dar.

Interesados escribir al mail: xxxxx777@yahoo.es

 

     Al margen del impacto que, como padre, me causó su lectura, no he podido por menos que reflexionar sobre lo que se puede deducir de la misma, y no tengo motivos para considerar que la persona que ha puesto el anuncio miente; por consiguiente, me hago las siguientes consideraciones:

 

           Cuán amarga debe ser la situación de la joven para desprenderse de algo que -sin lugar a dudas- considera muy valioso y, por tanto, susceptible de ser puesto en venta para obtener los recursos que necesita para conseguir sus fines.

 

           Lo penoso que debe ser llegar a considerarse uno mismo como un objeto tan poco valioso como para aparecer publicitado junto a máquinas de coser, bicicletas, o neveras usadas.

 

           El deseo intenso de realizar los estudios que cita, comparable de manera inversamente proporcional al que manifiestan tantos y tantos de nuestros jóvenes, cuyo objetivo no va mas allá de divertirse con el botellón y vivir bajo el palio familiar, sin responsabilidades.

 

           La necesidad  de mantener un cierto anonimato buscando relaciones con personas alejadas de su entorno.

 

           Tener claro que el hecho de mantener relaciones no exime de la necesidad de tomar las debidas precauciones por el tema del sida, ofreciendo –a su vez– garantía en tal sentido.

 

           Por último, tal vez pueda ser ejemplo para más de uno que una joven de 23 años sea virgen, y lo manifieste, en una época donde parece más fácil encontrar “mártires” en esta materia, o cuando menos, que no sea la virginidad un tema del que se pueda presumir sin ser tachado de anormal, retrógrado, facha, beato, etc. 

 

     Normalmente cuando escribo un artículo no me resulta difícil encontrar suficientes argumentos para llenar más de una página. En el caso presente debo reconocer que el impacto que me causó este asunto me ha dejado un vacío que no he podido llenar con palabras, pese a que hace más de un mes que llegó a mis manos.

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