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Manuel Gisbert Orozco

   EL BURRO, EL ASNO O EL POLLINO  

 

     La verdadera crisis del petróleo se ha destapado en Turquía. En la región de Anatolia, solo comparable con las Hurdes españolas de principio del siglo veinte,  los campesinos se han hartado de alimentar con oro negro a los insaciables monstruos de acero (vulgo tractores) y han decidido sustituirlos por el medio de toda la vida, de carne y hueso, es decir: el burro, que también se alimenta pero solo de hierbas del campo, que por ahora son gratis.

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     Naturalmente, el precio de los pollinos se ha disparado y han pasado de costar veintiséis a ciento ochenta euros. Tamaño incremento no ha pasado desapercibido a los tiburones de las finanzas, y han comenzado a apostar por el asno en los mercados de futuros.

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     Yo era de los que se reían cuando el presidente venezolano Chávez auguraba que el barril de petróleo iba a superar los cien dólares; ahora que dicen que dentro de unos cuantos meses llegará  a costar doscientos cincuenta dólares ya no me río. Actualmente el barril solo está a ciento treinta dólares y ya ven lo que está pasando. Imaginen qué ocurrirá cuando llegue a la cifra que pronostican.

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     Que no podamos pasear en coche porque la gasolina está cara, a mí personalmente me da lo mismo, aunque lo siento por los profesionales del trasporte; pero me fastidia no poderme comer un plato de macarrones cuando me apetece porque se han agotado las existencias de este producto en los tres supermercados que he visitado hasta que me he cansado.

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     El gobierno, cuando llega una crisis, aunque nunca reconoce que la hay, siempre dice que la solucionará el mes que viene; y lo repite las veces que sean preciso hasta que la olvidamos cuando es sustituida por otra. Porque solucionar, lo que se dice solucionar, no soluciona nada.

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     Aunque   aquí   en   España   hay   muchos “burros”, no hay tantos asnos o pollinos como para solucionar el problema empleando el mismo sistema que los turcos. Pero algo hay que hacer, y reducir el consumo de petróleo es fundamental. Volver a los tiempos del gasógeno no parece adecuado de momento, pero todo se andará, no se preocupen. Tal vez ha llegado el momento de eliminar, o reducir a la mínima expresión, las centrales térmicas, porque dentro de poco o dejaran de ser competitivas o nos subirán la luz a unos extremos que no podremos ni ver la tele por las noches. Y ya saben que si no hay tele  el índice de natalidad puede subir a unos extremos  que hasta el Sr. Zapatero tendrá que hipotecar la Moncloa para poder pagar los 2500€  que nos tocan por cada nacimiento. Ya veremos qué es peor.

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     Todos sabemos que las centrales térmicas consumen petróleo, porque el carbón ya no es rentable, y no hay más remedio que sustituirlas por otras centrales que consuman energías alternativas. Las hidráulicas tampoco son posible, porque las  pocas que todavía existen nos las puso Franco y si hacemos honor a la memoria histórica tendríamos incluso que eliminarlas. Podrían ser solares o eólicas, pero las primeras afean el paisaje y las otras matan a los pajaritos; esto siempre enfada a los ecologistas y no vamos a ponernos de mala baba con ellos por una nimiedad como esta.

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     Solo nos quedan las atómicas. Cierto es que nadie las quiere tener cerca de casa, aunque te regalen una cesta por navidad como a los del pueblo de Cofrentes; pero peor están los pueblos de alrededor, que tienen el mismo peligro y encima no les dan la cesta. Lo mejor seria instalarla en la Isla de Perejil, pongo por ejemplo, que para algo la reconquistó “al alba” nuestro paisano adoptivo hace unos años. Los moros se cabrearán, eso es seguro, pero también se cabrean los de Algeciras cuando los  ingleses  llevan  los  submarinos  atómicos estropeados a Gibraltar para arreglarlos porque en casa no los quieren, y no tenemos más remedio que aguantarnos. Así que el que tenga menos portaaviones que se aguante.

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