Índice de Documentos > Boletines > Boletín Julio 2008
 

EL SOMBRERO Y LOS TOROS


José Miguel Quiles


     Toreaban Diego Puerta, Paco Camino y José Fuentes, toros de Santa Coloma. Iba yo con un amigo, Alfonso, un chico panadero de Benalúa. Nos pusimos entre  la meseta de toriles y la barrera con sombra, junto a los clarines. Alegritos los dos, habíamos tomado un cubatilla. El caso es que el primer toro metía la cabeza con codicia y Puerta lo toreó  bien, a pies juntos, con gusto, muletazos cortos y limpios, lo mató de un estoconazo y dio la vuelta al ruedo. Yo en mi entusiasmo, con los efluvios del Larios,  le tiré el sombrero, que voló planeando y cayó a sus pies.  Diego Puerta saludando, montera en mano, ni lo vio, pasó la cuadrilla y el sombrero se quedó allí, en la arena.

 

     - ¡Ostras, tú,  el sombrero! -le dije a Alfonso el panadero- bien lo podían haber cogido los mandrias estos de los banderilleros.

 

     Lo del sombrerito fue una humorada, me dio por ahí. Tipo entre tirolés y Sinatra, de loneta doble, lo había comprado en la sombrerería de la calle Altamira, de color beige, con un dibujito de patita de gallo, mil cuatrocientas pesetas de las del 60.

 

     Y salió el segundo toro, Paco Camino lo toreó muy bien, era un toro rebrincado que había que bajarle la mano para que humillara. Fuentes estuvo muy bien también, unas chicuelinas de acuarela. Nadie ha dado la vuelta al ruedo como José Fuentes. Fuentes era torero prácticamente desde que era un espermatozoide. Extendía el capote en la arena, en rosetón, se ponía la esclavina en la cadera y lo cogía con la mano izquierda, y con la derecha la montera.

 

     - ¡Fuentes ha´l favor, tírame el sombrero…! – pero Fuentes iba hecho un pincel;  Fuentes no devolvía sombreros, ni se doblaba para coger las flores por no descomponer la figura. Fuentes requería un escultor. Y como llevaba el capote abierto arrastró el sombrero unos metros.

 

     En el descanso pasó un arenero de la plaza macando la raya blanca de picadores con la carretilla.

 

     - ¡Jefe, tíreme sombrero, haga´l favor! – pero el empleado ni mirarme.

 

     El segundo de Puerta, sin casta, se revolvía y soltaba gañafones, un toro grandón y feo. Camino estuvo en su segundo toro en su estilo, aunque a mí personalmente el muletazo largo con el compás abierto y tirando mucho del toro, no me gusta. (“si da la vuelta al ruedo les diré a los de la cuadrilla que me tiren el sombrerito”). Pero mató mal y escuchó unas palmitas. Camino tenía más técnica que inspiración, siempre lo he dicho.

 

     Y cada vez que se retiraba un picador al patio de caballos, las pezuñas rozaban el sombrerito. Lo curioso es que la gente del tendido al ver sortear las patas el sombrero, prorrumpía en un grito frenético:

 

     - ¡Que lo pisa! ¡¡iiiiiiiiiiiii…!! – Y, por fin, uno de ellos dio de lleno con la pezuña en la misma copa del sombrerito, lo hizo una moñiga,  y, para mi sorpresa, al dar por fin en el blanco, la gente arrancó a aplaudir, mirándome a mí. Yo tenía ganas de meter la cabeza bajo el sobaco, pero mi amigo me dijo. “¡Coño, saluda hombre…!” Y dicho y hecho: recompuse la figura, me levanté y saludé al tendido con la diestra. (Yo, encantado… dando la mano a unos y a otros, como si me hubieran dado una oreja…)

 

     Y al último toro le dieron la vuelta al ruedo.

 

     - Buenooo… nada más que falta pasen el toro por encima del sombrerito… tiene pelendengues la cosa…

 

     Y tuve suerte, un mulillero, el de la fusta, uno que hacía unos jeribeques en el aire con el látigo, cogió el sombrero y lo tiró con indolencia  al tendido. ¡Ahí va eso! Y allí que fui yo.

 

     - Oiga, perdone… el sombrero es mío…  - se lo estaba probando un señor.

 

     En la vida se me ocurrirá tirarle el sombrero  ni a Diego Puerta  ni a nadie. Y ahora a Morante de la Puebla lo veo en Canal Plus.

Volver