Juegan los niños
debajo de mi ventana
y una ráfaga
de viento fresco
me invade el alma.
Me siento otra vez
niña atolondrada
llena de fantasías
de ilusiones y de juegos
saturada.
Pero me doy cuenta
de mi confusión
pues estoy llena
de recuerdos y nostalgias
y eso es signo de vejez
y no de infancia.
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