He tirado el reloj por la ventana
porque no quiero que me marque el tiempo.
Yo sé que pasa inexorablemente
y no hay nada que pueda detenerlo,
me lo susurra el alba, y el ocaso,
y el soplo de la brisa, y el del viento.
El hoy que ha amanecido, entre las manos,
sin yo notarlo, ayer se está volviendo.
Y me lo dice el sol, y las estrellas;
me lo dicen las aves con sus vuelos,
el rumor cadencioso de la lluvia
y la canción alegre del riachuelo.
Me lo dicen los surcos de mi frente
y la plata que cubre mis cabellos,
el desencanto que me invade y rinde
y la ilusión que brota de mi pecho.
Me lo dice la mar, y la montaña,
y el surco, y la llanura, y el sendero.
Pero es mejor que me lo digan todos
sin decírmelo nadie, y es por eso
que he tirado el reloj por la ventana:
¡Porque no quiero que me marque el tiempo!