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EL TINO Y PACORRO
     (por José M. Quiles Guijarro)     

José Miguel Quiles

 

     Corría el verano del 51, y se organizó un festejo de noveles en la Plaza de Toros. En la andanada de sol un grupo de muchachos gritaba “¡Tino, Tino!”; frente a ellos, en la andanada de sombra, otro grupo gritaba “¡Pacorro, Pacorro!”, (yo fui testigo). Y los chicos lo hicieron como pudieron. El asunto era muy pueril, y sin embargo estábamos asistiendo al nacimiento de una etapa de la vida de nuestra ciudad en la que se vivió “taurinamente”. Una epidemia de pasión torera. No se volverá a repetir en Alicante un caso ni parecido siquiera.

 

     Los dos torerillos repitieron el domingo siguiente y los siguientes. Continuaron los dos grupos gritando: “¡Tino - Pacorro!”. Uno era de Santacruz; el otro de San Blas. Alfonso Guixot, el empresario de la plaza, aprovechó la rivalidad y el ambiente que se creaba y les dio   una novillada con caballos. Torearon con Manolo Segura, Fernando Ruzafa, “El Turia” y Paquito Esplá. (Se ha de decir que Paquito Esplá era un torero más hecho y anterior,  también de nuestra tierra, que nunca entró en la polémica Tino-Pacorro).

 

     A partir de entonces se ampliaron los festejos taurinos de Hogueras: los mejores espacios de radio eran para las críticas taurinas (Pepe Mira Galiana y “Pepe Varas”); vinieron a nuestra plaza Chamaco, Joaquín Bernadó,  los Girones, Ostos, etc... El ambiente taurino fue llegando, en los años 56 y 57, al delirio. Cada vez que toreaban los alicantinos se tiraban cohetes. Cuando toreaban en otra plaza se contrataban autobuses.  Cada uno tenía su peña taurina, cada uno su pasodoble. Al pase cambiado de muleta se le bautizó como “santacrucina”. Tomaron la alternativa en el 57: a Pacorro se la dio el “Choni” en Murcia; al Tino le doctoró Julio Aparicio en Alicante.

 

El TinoPacorro     No era de extrañar que una vendedora de frutas y verduras en la Lonja dijera a una de sus clientas:

 

     - “El Tino” tiene 45 corridas firmadas esta temporada y actualmente está en conversaciones con Pepe Camará… ya veremos ¿que le pongo, señora? (Los Camará eran unos importantes empresarios taurinos).

 

     Oído esto por la vendedora del puesto contiguo, ésta decía a su clienta, con no menos énfasis:

 

     - “Pacorro”, el chico, calla y se entrena… en la plaza se verá, ¿qué ponemos, señora?

 

     En la cafetería “Ivory” de la Rambla se estableció el cuartel general de la torería alicantina, en su terraza se sentaban los banderilleros: Juanito Vercher, Pepe Manzanares, Pepe Catalá, Chiquito de Palma (que estaba cojito pero corría que “se las pelaba”);  “Remache” y “El Sereno”, picadores.

 

     Y era tal el ambiente que había, que cada barrio pretendía sacar su “fenómeno”, la empresa no paraba de dar becerradas, se salía a “fenómeno” por semana.  Se celebraban festejos los domingos y se repetían los jueves cambiando algún espada. Alicante  respiraba por días medias verónicas, “¿ha visto Ud. a fulanito?, ¡uf, ese se arrima… a ese lo veremos en la Maestranza”

 

     Hubo un torero de aquellos años que hizo terna con las dos figuras: Vicente Fernández “El Caracol”. Y otros que después se dedicaron  al mundillo taurino: Gregorio Tebar “”El Inclusero”, Manolo Carrillo, “El Lince”, Juanito Oliver… y un sinfín de torerillos que sentían la fiesta enardecidos por el ambiente de la ciudad, tal fue el caso de  Rafael Cantó, Adrián Lillo, Jaime Miró, Evaristo Rodríguez, “Rafelet”, “El Petaca”, “El Chato de Alicante”, Vercher hijo, Mario Chacón, “El Pina”, “Gitanillo de Liorna”, “El Majarra”, Curro Ortuño… la  lista sería interminable. Todos querían ser figura del toreo y todos tuvieron su momento de gloria. Fue anecdótico el caso de “El Palomo” que anunciado en una becerrada hizo su propia campaña de marketing con una brocha y pintura poniendo perdido el barrio de Campoamor: “Macho El Palomo torero”. A la hora de la corrida estaba detenido.

 

     No hubo interferencias foráneas, toda aquella fiebre taurina nació y murió dentro de los límites del casco urbano (Albacete tenía sus propias figuras: Cabañero y Abelardo Vergara).  Esta época enlazó la postguerra con el “600”. Razones de tipo económico, político y social coincidieron para que los alicantinos, entusiastas de carácter y abiertos de corazón, necesitaran una válvula de escape a su ánimo alegre y festivo, y ésta se presentó en forma de Tino y Pacorro.  No habrá ningún alicantino de entonces que no recuerde con cariño y con nostalgia aquellos años.

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