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SABRÁS LO DE PÉREZ ¿NO?
(Dedicado a Mabel y Loli, compañeras de Murcia)
     (por José M. Quiles Guijarro)     

José Miguel Quiles


     El hecho de haber tenido en la vida el mismo escenario nos da a los jubilados CAM  ciertas semejanzas psicológicas, uno de nuestros placeres, por ejemplo, es encontrar a un excompañero por la calle. Entre nosotros no existen ya las malquerencias, ni las jerarquías, ni las envidias. Una de las frases que no se le debieran decir nunca a un jubilado es esa de:

 

     -Oye,  te veo muy bien ¿eh?...- antes, cuando estábamos realmente bien, nadie nos lo decía y ahora que ya no lo estamos resulta que todos “nos ven muy bien”, es una cortesía social de doble filo.

 

     Otra de nuestras afinidades es no aceptar que estamos en la “reserva” porque somos de la época del “papel carbón”. En nuestra época fuimos imprescindibles y lo volveríamos a ser si nuestra “época” volviera, pero el tiempo cambia el aspecto del mundo. Nos cuesta aceptar la derrota y nos defendemos con aquello de: “¡y la experiencia que tenemos qué...!” Al contrario, por una cuestión de ingenuo amor propio nos gusta mover un poco a la envidia, hacer ver que disfrutamos unas idílicas vacaciones:

 

     -Jo macho, sin trabajar se está de “putis meison”, yo me hago 10 km. todos los días a paso ligero...y a veces hasta más - recuerdo a un compañero que vestía siempre de chándal y a lo anterior añadía: - ¿No ves que yo toda la vida he hecho deporte...? - y entonces daba un par de saltitos para demostrar que su vida era un constante estado de precalentamiento.

 

     Un jubilado normal hablaría de sus problemas con la orina, el colesterol, el riego sanguíneo, “me tomo la pastilla para tensión y para dormir...”, incluso hay ancianos normales que llegan a lo dramático: se van a Benidorm a bailar Los Pajaritos, esto es lo último en cuanto a mal gusto. Una jubilado CAM, está feo decirlo, pero tiene más estilo, todo un pasado de buenos modales y buen ambiente nos lleva a derivar nuestras conversaciones a lo positivo: “al vecino del chalé le gané al paddle-tenis... me aguantó una hora el tío...” o a lo cultural: “el verano pasado estuvimos en Katmandú y todo aquello...”

 

     Es muy frecuente, por desgracia, que el excompañero, nos suelte a bocajarro:

 

     -Sabrás lo de Pérez ¿no?- y entonces el corazón nos da un vuelco, como una diapositiva la cara de Pérez se nos instala en mitad del hipotálamo, bajito, un poco regordete, la cara ancha, ojos azules -Falleció el chico... estaba muy bien y parece ser que...

 

     Y a continuación nos relata una de las 1000 formas que tenemos de morirnos, la puesta en escena es lo de menos, la muerte es igual de cruel en cualquiera de ellas. Nos despedimos del compañero con una tristeza no disimulada y Pérez ya no se nos va de la cabeza: “¡coño Pérez! buen chaval... ¡muy buen chaval ya lo creo! Trabajé con él, el año tal, en la oficina tal, los dos en la ventanilla, ¿54 de diferencia al puntear? eso es un baile...”, después a mí me trasladaron y él...” si rebobinamos,  sabemos la vida de Pérez igual como la nuestra. “...entró en la oposición a Auxiliar del año 61, era de la promoción de fulano y de mengano... precisamente lo tengo en una foto...”

 

     En realidad es un dolor un poco egoísta, no podemos evitar pensar en nosotros, Pérez somos todos, nuestro pasado es un puzzle de imágenes, escenarios y personas, con el anagrama de la Caja en el panel de fondo, un puzzle al que cada vez le faltan más piezas, los que compartieron con nosotros su vida están cruzando a la otra ribera... “aunque bien pensado: ¿Pérez...? Pérez, era por lo menos 10 años mayor que yo...” la mente por instinto natural busca un alivio, tiende a rechazar la realidad.       

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