EL ERUDITO RICO GARCÍA
(por Vicente Ramos)
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Investigador de férrea voluntad, Manuel Rico García, nacido en Alicante el 7 de agosto de 1850, fue Ayudante del cronista provincial Roque Chabás, funcionario de la Junta Provincial de Instrucción Pública, Académico Correspondiente de las Reales Academias de la Historia, de Bellas Artes y de la de Bellas Letras de Barcelona.
“Hombre de espíritu fuerte –dijo Vicente Martínez Morellá-, sabe sobreponerse al dolor y escribe más que El Tostado (...) Siempre se le verá con la pluma en la mano. Descansaba cuatro o cinco horas por la noche”.
Casado y con dos hijas, su existencia discurrió con visible penuria y sumido en enfermedades que no le impidieron proseguir sus investigaciones relativas a la historia alicantina, ya sobre el periodismo o bien acerca de arqueología, imprenta o semblanzas biográficas. Pero su obra cumbre, en la que colaboró Adalmiro Montero Pérez, es la titulada Ensayo biográfico-bibliográfico de escritores de Alicante y su provincia (1888) con prólogo de Roque Chabás, en el que éste afirma: “Parece mentira que un hombre que tanto padece de su cuerpo como el Sr. Rico pueda tener tanta constancia y amor tanto al estudio que no dé treguas a sus tareas literarias (...). Muchos manuscritos han descubierto el Sr.Rico y el Sr. Montero sobre nuestra historia (...). Su trabajo, pues, es una revelación que nos dará mucha luz (...). Hasta ahora nada en concreto se había hecho sobre la provincia de Alicante”.
Esfuerzo, años y dolencias fueron lenta e implacablemente minando su salud y haciendo naufragar su vida en el mar proceloso de la penuria, la tristeza y la indigencia. “Su organismo ya se hallaba resentido –escribe el mencionado Martínez Morellá-. Alicante se había olvidado casi de él (...). Vivía retirado, sin llevar casi vida de relación, desposado con su quehacer de recopilar datos y más datos de toda índole que pudieran servirle para su historia de Alicante.”
La decadencia física y la pobreza económica se acentuaron ostensiblemente en 1911, en cuyo año los periódicos lucentinos denunciaron la desesperada situación del investigador. Fue el poeta y periodista Rodolfo Salazar el primero en romper el indigno silencio con su artículo De la vida y sus miserias. Un auto de fe en el siglo XX, publicado en el diario Eco de Levante del 11 de enero.
Tras él, siguieron Alfredo Jover Pastor, Juan Serrano Patrocinio, Rafael López Arias y, sobre todo, Jorge Pacheco, ya en 1912.
El clamor en pro de Manuel Rico salió del “huerto provinciano” para llegar a la mesa del egregio Marcelino Menéndez y Pelayo en carta que le dirigió el joven periodista Ramón de Ugarte: “Y ese pobre viejo que vive en la mayor soledad, abandonado de quienes pudieran protegerle, perseguido por ignorados enemigos de viles y criminosos sentimientos (...), ese hombre, repito, piensa, exasperado ya, cometer la mayor locura que pudiera pensarse: quemar sus obras.” Por ello, confiesa, “movido de compasión (...), me atrevo a implorar a V. protección para él, ya que, por una dignidad que le conduce a vivir indignamente, no quiere llamar a las puertas que tan injustamente se le cerraron”.
Marcelino Menéndez y Pelayo falleció en Santander el 19 de mayo de 1912; Manuel Rico García murió en Alicante el 22 de agosto de 1913.