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Vicente Esteve

   AL HABLA CON...
ANTONIA GARCÍA CABELLO
(por Vicente Esteve)


En la sesión extraordinaria de la Asamblea General que nuestra Asociación celebró en Elda el pasado día 1 de abril, se aprobaron varios nombramientos, entre ellos el de nuestra entrevistada, como Vocal Bibliotecaria. Pasados unos días nos dirigimos a su lugar de “trabajo” y en la biblioteca la encontramos rodeada de libros. La primera pregunta no podía ser otra: ¿Qué haces, Antonia?

– Estoy con la catalogación, registro y colocación en lejas de los libros existentes, y de los que se van recibiendo; los agrupo por materias para que sean accesibles, y al mismo tiempo, los voy listando en el ordenador. La verdad es que me falta tiempo, pues soy ama de casa y no puedo dedicarle todas las horas que me gustaría. En la biblioteca de la CAPA le dedicaba toda la jornada porque soy de las personas a las que les gusta hacer las cosas de forma concienzuda. Llevo acabados casi trescientos libros que están a disposición de los socios, por número, leja, título y autor. Cuando estén todos se volcará la relación por Internet en nuestra página web, aunque siguen llegando nuevas donaciones y todavía habrá que esperar un poquito.

 

Y la segunda tenía que ser obligadamente: ¿Dispones de una buena y extensa biblioteca?
– Es muy pequeña y además detenida en el tiempo. Tengo una buena colección de los clásicos, aunque suelo sacar libros de las bibliotecas municipales para no acumular demasiados, ya que mi casa no es excesivamente grande y ya está al límite. Me gusta tocarlos, manejarlos, olerlos. Del interior de las bibliotecas lo mejor es el olor a papel (viejo y nuevo); me siento a gusto en la nuestra pero todavía no he perdido el “aroma” de los pasillos de las bibliotecas Gabriel Miró y la Provincial.

   

¿Cómo fue meterte en esta “faena”?
– Me metieron. A José Mª Molina, al que conozco desde que estuvimos juntos en Valores, se me ocurrió comentarle que añoraba estar entre libros y sabiendo la necesidad en JubiCAM, no tardó en involucrarme. Y claro, yo accedí. Los últimos cinco años, como jubilada parcial, hice
todas las horas seguidas en la biblioteca con Rosa Monzó, y anteriormente estuve de bibliotecaria en la Provincial.

 

Ya que has iniciado tu vida laboral ¿dónde la desarrollaste?

– Te contaré lo curioso que fue mi desembarco en la CAPA. Tengo la carrera de Magisterio y empecé la docencia en una academia que no me gustaba; mi novio lo sabía y se presentó en la institución Javeriana, -nunca supe lo que hablaron-, pero me llamaron y admitieron. Allí estuve durante cinco años y medio hasta que me casé. Me dediqué a ser esposa y madre durante cuatro años y después, durante diez años, trabajé en un negocio “Draps” de moda infanto-juvenil. Falleció mi marido y tuve que volver a empezar. Al ver el edificio central que la CAPA estaba haciendo en Oscar Esplá pensé que necesitarían mano de obra para limpiarlo, presenté mi solicitud en la empresa Limpiezas Luz y me admitieron. Estuve un año de limpiadora y eso me hizo conocer a muchos empleados de la entidad, pero quien realmente se volcó y consiguió que pasara a la biblioteca de la CAPA fue Don Vicente Garnero, íntimo amigo de mi hermano y de la familia. Desde aquí mi eterno agradecimiento, pues cuando me lo comunicaron fue el día más feliz de mi vida -después del nacimiento de mi hijo, claro-. Coincidió que, en esas fechas, me llamaron para trabajar en una escuela infantil y el dilema fue: enseñanza o biblioteca. Nunca me arrepentí de la decisión que tomé, y tuve que aprender a estar entre los libros y a tratar con las personas que allí estudiaban, pero yo me decía “-se puede pagar por trabajar aquí-”. Eso sí, en 1984 ganaba 5000 pesetas menos que en la empresa de limpieza, pero siempre procuraba sacar lo positivo. Con la fusión pasé por Medio Ambiente, Marketing telefónico y Valores, para volver de nuevo a la biblioteca en mi horario especial de jubilada parcial (eso ya te lo he dicho, ¿verdad?). Es muy halagüeño que hoy todavía te aprecie y te quiera la gente que pasó por la biblioteca cuando te la encuentras por la calle.

  

¿En qué calle diste tus primeros pasos?
– En el alicantino barrio de Franciscanos-Oliveretes y, al final, he vuelto a vivir en el mismo, ya que tengo aquí mi casita, pero está todo muy cambiado. El castillo de San Fernando era nuestro parque de juegos y ahora para los niños es la televisión y el ordenador; creo que les falta aquello, que fue estupendo. Mi hermano mayor falleció muy joven de un infarto y muy cercano en fechas también me faltaron mis padres y mi marido. La verdad es que lo pasé mal, muy mal. Mi alegría fue mi hijo Sergio que pudo acabar sus estudios en Maristas y luego se dedicó al comercio, está casado y de momento no tienen niños pero tengo dos nietas de Ramón, mi actual pareja, que son un encanto. Ramón colabora conmigo en la biblioteca. Soy feliz con lo que tengo, no me atrevo a aspirar a más. Vivo en un primer piso y hubiese preferido un ático, pero me siento muy feliz recordando los momentos duros, durante diez años, y que pude salir con mi esfuerzo. Hoy todo me sonríe: el sol, los pájaros, las plantas…
 

  

¿Cómo ha cambiado tu vida desde la jubilación?

– Pensaba que me podía hundir, que no saldría de casa, que no tendría vida, pero no ha sido así y estoy satisfecha, sobre todo por no tener que mirar el reloj. Ahora disfruto en la calle, comprando, dedicándole tiempo a mirar los productos, y paseando. He podido hacer cursillos de Historia, Astronomía, Cine (mi afición) y ahora le dedico tiempo a la biblioteca de la asociación, en la que incluso paso alguna tarde.

 

Aconsejaría a las mujeres que puedan que guarden un espacio de tiempo para que no todo sea casa, que salgan a actividades y a conocer gente nueva. Es muy gratificante. Yo disfruto muchísimo de los viajes aunque no soy especialmente viajera, pero agradezco la compañía de la gente. Si voy con la caravana procuro no afincarme para conocer gente nueva; es enriquecedor recorrer las ciudades y hablar con todos para conocer sus costumbres y los pequeños detalles que suelen pasar desapercibidos -me fijo hasta en los picaportes de las puertas-.

 

Pero, en casa, ¿quién cocina?

– Cocino yo, porque aunque Ramón lo hace bien, mancha, y entonces prefiero no dejarlo. Me reconozco perfeccionista y procuro no repetir platos, me gusta experimentar. El arroz con verduras me lo alaban, ¿por algo será, no? He cogido la casa con mucha ilusión, me levanto sin mirar el reloj y puedo hacer las cosas despacio y bien, eso es maravilloso.

 

Y para acabar ¿estás de acuerdo en (no sé si me lo acabo de inventar o ya existe): “dime lo que lees y te diré quién eres”?

 –Creo que no. Todos los que te rodean preguntan sobre lo último y por suerte hay mucho publicado. A unos les gusta leer y en cambio otros leen para que se sepa que han leído. Me gustaría encontrar el primer libro que, con catorce años, mi hermano no me dejó leer, fue lo prohibido, y cuando lo releí años más tarde recuerdo que no fue tan emocionante, pero fue mi primer libro de adulto: “24 horas de la vida de una mujer”.

 

Hemos conocido a una mujer toda sensibilidad y luchadora. Seguro estoy que quien le consiga “su” libro probará “su” arroz con verduras.

   

Gracias, Antonia, por tu simpatía y la serenidad que transmites.

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