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LEOPOLDO Y YOGA-HATHA
     (por José M. Quiles Guijarro)     

José Miguel Quiles

   

    Me encontré por casualidad con Leopoldo Más, un amigo de juventud.  Los años lo habían tratado bien; alto, tenía todo el pelo y erguido todavía. Siempre fue un tipo muy bien parecido, vestía bien, preocupado siempre por su salud y su apariencia. Quedamos al día siguiente para caminar juntos y hablar, ¡Qué tiempos aquellos…! Nos citamos en Panoramis y nos lanzamos a la mañana, una espléndida mañana de primavera, con la alegría de dos colegiales que han hecho novillos.

  

-       Oye Pepe -me preguntó enseguida- ¿Tú tienes contratado un Seguro de Decesos…? –la pregunta me sorprendió. Le dije que no. –A nuestra edad, amigo Pepe, es sensato y casi obligado pensar en el óbito. Tú ya sabes que toda mi vida he practicado el Yoga-Hatha, filosofía que trata del bienestar del cuerpo. El cuerpo es el templo del Espíritu. Nuestro gran compañero de camino. Darle un final digno es algo que nos atañe de modo muy personal. He firmado un contratito subsidiario de la póliza de seguros para que mi cuerpo sea incinerado. Pago 5 euros más al mes y listo, ¡el fuego es la purificación!

  

     Yo no sabía como seguirle la conversación, así que derivé por lo más simple:

  

-         Leopoldo, no temo al óbito, como tú dices… he trabajado de machaca de base 50 años, he criado a tres hijos, he sido un hombre de bien, hasta hice la mili en África… estoy muy tranquilo ¡además los pobres por regla general vamos al cielo todos…!

 

-       ¿El cielo? ¿El infierno? ¡Por favor!  Esos son los argumentos fuertes de las religiones. Nos venden la “otra vida” con tal de poder manipularnos ésta. La ciencia, la investigación,  jamás ha dicho nada de la otra vida, es una simple cuestión de fe. Y en la fe no entra el raciocinio.

  

    Leopoldo se ponía transcendente, el pasaje tan bello,  me empezaba a dar un pálpito de tristeza, yo había desayunado un café con leche y unos churritos y todo daba vueltas alrededor del ombligo. “¿5 euros más al mes?  ¿La incineración?” Así que traté de reconducir el diálogo a lo insustancial:

   

-        Bueno Leopoldo ¡Aquí estamos a lo que estamos! Vamos deprisa, deprisa… que fluya la sangre, ¡que fluya…! Hay que provocar la sudoración - y apreté el paso.

 

-       Otro error… ninguna ciencia que se ocupe del bienestar del cuerpo te aconsejará que fuerces la naturaleza… ¿tú te acuerdas de Pepe Bofarull, el que trabajaba en la Renault? – le dije que sí ¡Naturalmente! muy amigo mío – comenzó a coger peso el chico, para reducirlo, fue a la Ciudad Deportiva a jugar al fron-tenis, pim, pam, pim, pam… jugando le cogió un dolorcito en el pecho, se sentó, dobló la cabeza, hizo un redondelito con los labios… el Samur se lo llevó. Necrosis isquémica. 62 años.

  

-        Comprendí que era mejor caminar deprisa y dejar que Leopoldo, un ciego discípulo de la filosofía oriental, hablara de sus experiencias y creencias. Y así lo hizo. De cuando en cuando se paraba y bebía agua: “Es fundamental que exista un equilibrio en la hidratación…”. Otras veces inspiraba y llenaba los pulmones de aire “Es necesario que en los pulmones se dé la adecuada combustión para la higiene de la sangre…”. Trataba su cuerpo como un valioso objeto de laboratorio.

   

    Me dijo, entre otras muchas cosas, que el hombre por lo general vive inmerso en una compulsiva búsqueda de gratificación del ego, olvidando la salud, él era un obseso de la limpieza interna del cuerpo. Es conveniente tener siempre limpio el colon, yo periódicamente utilizo una pera de irrigación…”.Llegó un momento en que le dije:

   

-         Leopoldo ¡Venga hombre, te invito a una cervecita!- a ver si callaba.

  

-        ¡Qué dices…! ¡Eso sería una tortura para los jugos gástricos…! ¡Una salvaje invasión del hígado…!

  

-        Es… sin alcohol. – me atreví a insinuar con miedo.

  

-        ¡Peor! ¡Los productos procesados son los peores! ¡Pura química!

     Cuando nos despedimos, le di la mano y le dije: “¿Mañana es miércoles? Mañana me voy a Carrefour con mi mujer…¡yo te llamaré…!” – Y no sé si llamarle…

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