Índice de Documentos > Boletines > Boletín Octubre 2009
 

Demetrio Mallebrera Verdú

A corazón abierto
(por Demetrio Mallebrera Verdú) 

HAY QUE DECIRLO CON SINCERIDAD


     Aquello tenía todo el cariz de una provocación por el tono utilizado, ya que me limité a decirle de broma a esa señora que parecía que me interpelaba, y como quien quiere demostrar que el otro (la otra en este caso) no va a atreverse a tanto, que por favor “no me cuente su vida” ¡Venga ya! Pues yo no me esperaba tanta ausencia de escrúpulos ni de intimidad, oiga, ya que fue decirlo y ella vino expresamente a eso, a contarme su vida. Y fueron horas y horas, ¿sabe? Observa uno que no se le pueden escapar estas frases en épocas en que hay tanta “gente solitaria” que tampoco sé si es lo mismo que “gente sola” (entrecomillo las dos expresiones), porque, como todos dicen, “tiene una mujer” que le hace esto y lo otro, y le limpia la casa y, ¡por favor, no me lo digas que no me lo puedo creer, le hace hasta compañía y hasta se acuesta con ella porque tiene miedo! Dice que las vecinas son unas brujas que no hacen otra cosa durante el día más que observar sus movimientos por la mirilla, y la de al lado tiene un perrito que sólo ladra cuando ella toma la palabra, lo que la obliga a levantar la voz, pero que es un guarro y se hace pis en el sofá. ¡Qué difícil que está volviéndose convivir con ciertas personas, empeñadas, porque ellas así lo ven -no lo dudo- en decir que nadie las quiere a la vez que reclaman a esos de la “dependencia” (dicen ellas mismas) que no les traigan extranjeros ni ladrones ni sucios de solemnidad! Llévese cuidado, buen amigo, con esas personas-disco que lo llevan enchufado encima, ya que lo suyo es decir siempre lo mismo, como el que va cantando una copla.

     Pero es que le roban a uno la mañana, la tarde o la noche, recreándose normalmente con sus quejas con objetivo ampliado. No le ocultaré que yo hago a veces (no siempre, que todos se merecen, al menos, el saludito de don José, ése que sólo le pregunta por su abuela si es que la vio, y adiós don Pepito, mirando ya para otro lado y reanudando el camino), que es lo que veo que hacen otros: que es verlas venir y pararse en seco para tomar una decisión en décimas de segundo, eligiendo si esconderse o irse por otra acera o por otra calle. Nos creemos que no nos observan, pero ellos han visto la jugada porque también la practican o lo hicieron en el pasado en plan “regate”, que así se decía antes, y es palabra que no sabemos por qué ha caído en desuso con los millonazos que se pagan en el fútbol. Tampoco está bien, amigo del alma, que yo me explaye ahora con los viejos hablando de ellos paparruchadas. Sería injusto; porque los hay simpatiquísimos, elegantes con su chaquetita cruzada con botones dorados con el relieve de un ancla, su pantalón con raya planchada, la camisa con iniciales a la vista y su sombrerito, que usan no tanto para protegerse del sol o de cuando caen cuatro gotitas de lluvia sino más bien para ser finos y educados, usando tal prenda como lenguaje no verbal pero de lo más dicharachero y elocuente. Algunos se han sabido actualizar de lo lindo y si algo les caracteriza no es su viejo casticismo sino su saber estar y su sensibilidad.

     Pero cuidado con las olas en cuanto sales por la bocana. Cuando algunas personas le digan, en plan amenazador o haciendo mueca acompañada de sonrisilla, que van a ser muy sinceras (mérito, según dice el escritor Manuel Alcántara que se basa en la capacidad para comunicar cosas desagradables), póngase a tiritar de un frío repentino si no sabe salir del enredo. El mismo articulista nos lo advierte: “hay que echarse a temblar cuando alguien nos dice voy a serte sincero”. ¿De qué irá la cosa? Ya la sangre se altera. Es como si todos reconociéramos que vivimos en un mundo mentiroso. El mismo columnista dijo el otro día que lo peor de las sinceras declaraciones de los políticos (que digo yo que es una casta cada vez más complicada y menos entendida por el pueblo, y, por lo tanto, va en picado a quedarse más sola que la una) es que suelen hacerlas sin que se las pida nadie. Necesitan justificarse. Ahora hacen proclamas y declaraciones, como si fueran bandos, y algunas son auténticas arengas ante la primera cámara que encuentran, porque eso de ruedas de prensa en las que hay que contestar a preguntas retorcidas de retorcidos periodistas, pues no, que lo suyo, que es decir justo lo contrario de lo dicho hace cinco minutos, es muy complicado de explicar a los mayores y es tan sumamente importante que hay que decirlo con la sinceridad del que lo ha pensado y no la de otros que lo malinterpretan todo.

Volver