Cuando finalizan las fiestas en los distintos puntos de España en las que se practica bous al carrer, las cifras no pueden ser más dramáticas. Participando en esta actividad han encontrado la muerte 9 personas en España, de las que 4 pertenecían a la Comunidad Valenciana, además de haberse producido 109 heridos en la provincia de Alicante, 71 en la de Valencia y 41 en la de Castellón.
Sería conveniente hacer una reflexión sobre este tema. Se puede ser un gran aficionado a la fiesta nacional y estar en contra de estos desatinos. El respeto a las tradiciones de nuestros antepasados no contradice la cordura de considerar auténticas barbaridades aquellas prácticas de nuestros pueblos que ponen en peligro vidas humanas y exhiben una espeluznante crueldad en su trato al animal.
En Tordesillas, provincia de Valladolid, por ejemplo, en las fiestas en honor de Nuestra Señora de la Peña, el toro atraviesa un puente y se enfrenta a su suerte. Al otro lado del puente le esperan caballistas provistos de lanzas que no pararán hasta dar muerte al animal en un espacio acotado. Cuando muere la res, al autor teórico de su muerte se le premia con los testículos, que pasea clavados en la punta de su lanza, y el Ayuntamiento le premia con una insignia de oro y una lanza de hierro forjado que posiblemente utilizará en las actividades del año próximo. Sinceramente, no creo que la Virgen se sienta complacida con esta diversión. En otros pueblos se sacan los astados a la calle, se corren encierros, se les prenden teas de fuego sobre la testuz o se les ata con sogas al cuello. ¿Quedan todas estas prácticas justificadas por la tradición? Sinceramente, creo que no.
En las pequeñas localidades, los alcaldes no se atreven a contrariar al pueblo en fiestas, sin embargo, cuando están en la oposición ven con claridad que hace falta implantar medidas de seguridad y también leyes que protejan las vidas humanas y la dignidad animal. Para correr los encierros se debe exigir cierta profesionalidad o preparación (prohibir, por lo tanto, la participación de los menores de edad y de la gente que se encuentra bajo los efectos del alcohol) y se deben reclamar todas las medidas de seguridad posibles: vallados en condiciones, pastores que dirijan a los astados cuando quedan rezagados, etc.
Desde la Consejería de Gobernación se debería regular, mejor dicho, actualizar, estos festejos, para que se pueda paliar de alguna manera el número de víctimas y suprimir atrocidades cometidas contra los toros.
En Pamplona y en San Sebastián de los Reyes, por ejemplo, se despliegan grandes medidas de seguridad: profesionales, ambulancias, hospitales… y además se respeta a los animales en los encierros. Allí se celebra una tradición por todo lo alto de forma segura y considerada, y nadie pondrá en duda que la diversión de la gente está garantizada.
ANECDOTARIO TAURINO
Un famoso torero, después de una gran faena, viendo que el público solicitaba el indulto del toro, se dirigió al alguacilillo que se encontraba en el callejón y le dijo: Dígale al presidente que si, además de al toro, podría indultar a un tío carnal que tengo en el penal del Puerto de Santa María.
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