Tus ojos, son tus ojos
torrentes, donde mil perlas
- arrastradas por el llanto -
afluyen hacia tu rostro,
contraído por la pena.
Te acojo en un firme abrazo
y acaricio, solícito, tu rostro.
El sabor salado de tus lágrimas
degusto con mis besos
que se mezclan en la miel de tus labios.
Te siento dentro, muy dentro
y, aunque un nudo atenaza mi garganta,
susurro quedo en tus oídos
- a ti te gusta escucharlas -
mil dulces y tiernas palabras.
Cesas, al fin, en tu llanto
y sé que, entonces, me miras.
Siento, no sé que siento,
solo sé que tus lamentos
se alejan con tu sonrisa.
Hablamos de esas cosas nuestras
que llenan de luz nuestra vida,
cada día más llena de amor
aunque, a veces, el dolor
parece que nos persiga.
Nada nos importa entonces,
nada que nuestro amor no sea;
amor cuidado con la ilusión
con que se cuida a la flor
que brota por vez primera.