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LA OLA ATREVIDA
(por Francisco L. Navarro Albert) 

 Una atrevida ola borró tu nombre

grabado en la arena junto al mío.

Mientras, una gaviota, en el aire,

parecía gritar su desafío.

 

Dirigí la vista al horizonte;

vi el azul de la mar, brillante espejo,

mientras el sol brillaba, refulgente,

y yo dejaba volar mis sentimientos.

 

Bañaban mis pies las aguas,

cálidas bajo un cielo de verano.

Pensé que, tan cierto es que me amas,

como cierto es que yo te amo.

 

Estuve respondiendo mil preguntas,

en un quimérico examen repetido,

pues te quiero hoy, también mañana,

como ayer y aun antes, te he querido.

     

La espuma, blanca espuma,

salpicó mi rostro de frescura.

Algunas nubes, en lo alto,

destacaban del azul su blanca albura.

 

Voces de niños, arquitectos

de fútiles castillos arenados,

gritaban con gritos de contento

jugando en la arena con su manos.

 

Y yo, niño me sentí, como eran ellos.

Y en gritos irrumpí, pues era claro

que en nuestro castillo, de sueños construido,
hemos visto nuestros sueños realizados.
  
  
  
  
    

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