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COMO AMOS TUYOS QUE PARECEN SER...

(por Matías Mengual)

Matías Mengual

  
…Así, igual que si fueran tus amos, actúan dentro de ti ciertos entes con predominio en muchas de tus funciones habituales. De manera que, si aún no habías reparado en ellos, préstate un poco de atención y observarás que son “otros” (ciertos flujos de fuerzas mentales o emocionales), a los que tú también llamas “yo”, los que piensan, hablan y actúan por ti. Lo natural es que creas que eres tú el o la que siempre decide y manda, pero resulta que la Conciencia no puede aparentar, y, entonces, esa caterva de “yoes” protagoniza la realización de determinados papeles que la Conciencia, tu Yo Verdadero, no admitiría. Así que, de individualidad (en el sentido de un Yo permanente e inmutable), nada: cada uno de nosotros está dividido en una multitud de personajes o pequeños “yoes”.

 

Lo explicaré de otra forma. Recurro a este ejemplo porque creo que casi todos habremos conversado de nuestro pasado con alguien. Entonces: A) Puede que uno pensara que podía adornar un poquito su historia personal apuntándose falsamente algún hecho meritorio. B) Pudo ocurrir que no se le escapara a la Conciencia tal debilidad y que nos la echara en cara. C) Pudimos no escucharla, y nos quedamos tan campantes, como si se tratara de un hecho verdadero. Y D) En vez de aceptar tal patraña, muy bien pudimos sentir escrúpulos, y entonces uno de esos “yoes” (pragmático él) se encargó de acallar la Conciencia aconsejando: ¿Y por qué no… si con ello no haces mal a nadie?

 

A veces, una pregunta tiene más fuerza constructiva que su respuesta. Esta de arriba, por ejemplo, acaba de echar por tierra el planteamiento inicial de este trabajo, porque me ha hecho contemplar la posibilidad de que, en vez de acallar a la Conciencia, el pragmático “yo” pretendiese orientarla en otra dirección más práctica, puesto que no podremos comprender el nivel de desarrollo personal alcanzable mientras uno no llegue a representarse hasta cierto punto lo que él puede alcanzar o ser, pues, sólo en la medida en que puedas comprender la secuencia correcta de tu posible desarrollo, podrás dejar de atribuirte lo que aún no posees ni ves alcanzable todavía. Ahora bien, con tal reserva mental, ¿puede alguien imaginar para la Conciencia un instrumento mucho más adecuado y sensible que el cuerpo físico?

   

Seguro que no. La Conciencia ni nace ni muere, es inteligencia, es espíritu, sabiduría acumulada encarnación tras encarnación (lo afirmábamos ya en el Boletín 115 del pasado mes de Enero). ¿Qué es nuestra experiencia sensorial sino tomar información de fuera, hacerla corresponder con la de dentro del cuerpo y sacar conocimientos de nuestro vivir? ¿Tan absurdo es que uno piense que el nuevo cuerpo que la encarne, a través de ella o en su ADN llevará algo de lo viejo, es decir, de lo tuyo, con la expectativa de conseguir en otra nueva vida lo que no logró alcanzar en la presente? Mientras uno piense que puede estar cooperando… esto suple la anhelada representación que echábamos de menos en el párrafo anterior. De momento, ya no creo que la Conciencia duerma, que es lo que suponía cuando no me reprochaba que atendiese al mal catalogado “yo” si me aupaba. El cuerpo nos está hablando continuamente a través de señales de bienestar o malestar, de atracción o repulsión, de placer y de dolor, y supongo que, de nuestras reacciones, está tomando nota la Conciencia.

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