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MAR DE NUBES
(por Francisco L. Navarro Albert)

Un mar de nubes me rodea

como la bóveda de un templo,

en que las velas son sustituidas

por relámpagos que preceden a los truenos.
 

Iluminan mi rostro, tarde oscura,

culebras que centellean rutilantes,

surcando un cielo sin estrellas

del que mana agua a cada instante.
 

Siento esa humedad que me fascina

y que aspiro como perfume de fragancia.

Con los ojos cerrados soy testigo

del furor con que el cielo se desata.
 

Estampidos profundos y rasgados
martillean mis oídos cada instante.

Aspiro hondo y me arrebujo

en mi casaca de cuero, tan caliente.
 

Suenan las gotas, entonando

un solo de tambor que es fascinante,

roto por rugidos de tormenta

y secos estampidos, muy distantes.

         

 

     Aclaran nubes a lo lejos,
arañando sitio a las estrellas.

La luna, ahora ya menguante,

apenas ocupa sitio, si la dejan.
 

Y suenan, lejanos, los clarines

de mil gallos que anuncian la bonanza.

Un arco iris se muestra recatado,

apenas bordeando la montaña.
 

El verde de la hierba de esmeralda

y el brillo de las gotas de rocío

entonarán, tal vez mañana,

un canto al cielo por su brío.
 

Mariposas blancas, amarillas y escarlata

aspirarán la fragancia de las flores

y yo, desde mi ventana,
llenaré de este aire mis pulmones.
 
 
 
 
 

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