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RELIGIÓN ¿CON O CONTRA EL HOMBRE?
(por Francisco L. Navarro Albert)


     No pocas veces se hacen con la religión planteamientos perversos, situándola por encima del ser humano obviando que, precisamente, si este no existiera aquélla carecería de sentido porque, ¿acaso la religión no enmarca el conjunto de normas que deben regir, especialmente, la relación con el ser supremo por parte del hombre? Pero sólo existe un camino que permita, de una forma honesta y realista, impedir que este llegue a ser un juguete en manos de quien la utiliza de forma malévola. Es con la formación y la educación como puede disponer la persona de los datos suficientes para tomar su propia decisión, sin posiciones derivadas de la ignorancia y sin caer en absurdas y graciables concesiones demagógicas.

  

     Inevitablemente vienen a nuestra mente las terribles imágenes procedentes de las acciones terroristas realizadas por extremistas radicales para los que no es posible la vida sin religión, ni religión que no sea la que ellos mismos proclaman; aventajan a las gentes civilizadas en un punto muy importante y diferenciador: mientras aquellos, terroristas, son capaces de matar por sus creencias, éstas entienden la vida como un don contra el que nadie tiene derecho a atentar.

  

     Lamentablemente la ignorancia a la que se ha aludido es campo de cultivo donde se depositan las semillas que germinan en la violencia y que tan difícil hacen el camino hacia el entendimiento; entendimiento necesario, por otra parte, en un mundo globalizado donde las fronteras cada vez son más difusas y donde ha quedado probado de manera fehaciente, por la crisis económica, que cualquier suceso acaecido en cualquier rincón del planeta es capaz de afectar al resto de una u otra forma; es un mundo donde las desigualdades se han producido, además, por el afán esquilmador de quienes han querido (y conseguido) obtener beneficios a toda costa, (lamentablemente apoyados por dirigentes corruptos); por quienes han sido capaces de permitir e incluso alentar acciones que han introducido a sus propios países, potencialmente ricos, en submundos de miseria y desesperación creando con ello un excelente clima para que pueda ser manipulado el pensamiento de los más desfavorecidos, con promesas futuras.

  

     Podemos alegar que no está a nuestro alcance solucionar el problema; podemos imitar (de hecho ya lo estamos haciendo) al avestruz y esconder la cabeza en el agujero más próximo para no ver ni sentir nada; podemos, sin embargo, participar con nuestro pequeño -pero valioso- esfuerzo en la construcción de un mundo mejor y más justo, demostrando nuestro rechazo a quienes desde el poder económico o político pretenden que el mundo sea un teatro de marionetas en el que ellos mueven los hilos y, también, si disponemos de recursos o capacidad física para ello, “arrimando” nuestro hombro colaborando con personas u organizaciones con las que sintamos afinidad de ideas.

  

     ¿Que no es fácil? ¿Que puede que no veamos los resultados? Eso es más que probable, pero ¿acaso se ha podido realizar algo sin haberlo intentado?

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