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¡CÓMO PASA EL TIEMPO!
(por Luis Manuel Serrano)


     25 años. Bodas de Plata. A la sazón, a mí me faltaban dos años para jubilarme, y fue el inolvidable Paco Palazón el que me apremió, en mi puesto de Inmovilizado de la Caja,  para tratar de conseguir que ésta diera cobijo a la naciente Asociación en un local de los que tuviera disponibles en Alicante. Y nos habilitó al efecto la última planta de su edificio en la Rambla, para que aquella flamante Jubicam sentara sus reales. Así ocurrió que antes de jubilarme ya se inició mi vinculación a este movimiento asociativo.

     La constitución que ahora celebramos tuvo lugar el día 28 de febrero de 1985 y mi jubilación se produjo el 30 de junio de 1987, siendo el día inmediatamente posterior, el 1 de julio, cuando pasé a formar parte de la plantilla de la Asociación. En una reunión gastronómica que, con motivo de mi despedida, celebramos los compañeros del Departamento, mi buen amigo José María Palazón, ya jubilado entonces y miembro de la Asociación, me propuso firmar mi solicitud de afiliación, la que suscribí sin pensármelo dos veces.

     La Asociación inició su andadura modestamente, pero con ambición de futuro. Desde un principio su actividad ha estado orientada, especialmente, a la dignificación y defensa de los mayores, realizaciones culturales, gestiones de todo tipo, viajes, etc., etc.

     De la emulación y asesoramiento por parte de nuestra Entidad, fueron surgiendo otras Asociaciones en gran parte de las Cajas españolas, y fue también iniciativa nuestra la creación de una Federación Nacional y, posteriormente, ampliando su horizonte, la Agrupación Europea, ambas, naturalmente, con su sede inicial en nuestro local social.

En una de las primeras asambleas     Otras plumas más documentadas darán cuenta, sin duda, de la gran labor realizada en el referido campo asociativo. También en el de la relación con otras entidades, como es el caso de la Universidad de Alicante.

     Por mi parte, en esta breve intervención, quiero especialmente descender al ámbito de lo personal, a lo que para mí ha sido y es Jubicam, en cuya labor he colaborado desde distintos puestos. Pero lo más importante, sin la menor duda, es que en ella he hecho verdaderos amigos: unos que en activo no habían pasado de la consideración de compañeros y que aquí, puestas de manifiesto las respectivas cualidades humanas, han aflorado verdaderas amistades; y otros, tan sólo conocidos anteriormente o  ni tan siquiera eso, puedo también considerar ahora sinceramente amigos.

     Y también quiero dejar constancia de que, sin que exista ninguna norma escrita al respecto, me satisface el hecho de que, con sólo atravesar el umbral de Jubicam, desaparecen cuantas diferencias por categorías profesionales pudieran existir desde la anterior relación laboral. Aquí, sin distinción alguna, todos somos compañeros, miembros de Jubicam con idénticos deberes y derechos y con igualdad en el trato.

     Para terminar, sólo quiero con estas líneas animar a cuantos pasivos las leáis y aún no seáis miembros de la Asociación, a que entréis a formar parte de esta gran familia. No os arrepentiréis.

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