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EL SECRETO DEL ÉXITO
 
 (por Francisco L. Navarro Albert)
 


Sin duda la Transición Española desde la Dictadura a la Democracia supuso un hito de enorme importancia en la historia de nuestra Nación, y no hubiera sido posible llevarla a cabo sin la disposición favorable y amplias miras de quienes, estando al frente, dejaron de lado sus diferencias buscando los nexos de unión que hicieron posible este proceso de un modo pausado, ordenado, sin traumas. El reconocimiento internacional, no sólo hacia los dirigentes de uno u otro signo sino también hacia el pueblo español, quedó patente en el nuevo rumbo que siguieron las relaciones con el resto de países, hasta la integración en la Unión Europea.

 

            Entonces, lejos de anteriores conceptos (“España, unidad de destino en lo universal”) nos unió el deseo de caminar hacia delante aprovechando cuanto hubo de bueno y aprendiendo de lo que no lo fue, con el objetivo de evitar errores similares en el futuro. Los apellidos “rojo”, “fascista”, “facha”  y otros similares con los que el lenguaje común había bautizado a unos y otros en función de ideas, tendencias, opiniones, quedaron  relegados durante un tiempo a circunstancias marginales. Lamentablemente, surgieron de nuevo voces que hicieron suyas estas expresiones, llegando al extremo de que la exposición o muestra de la bandera constitucional en lugares ajenos a la Administración Pública se consideraba un signo de retroceso, olvidando que la bandera no es de uno ni de otro sino de todos los españoles, y que representa la soberanía nacional de la que nadie debe apropiarse. Llegamos, como en otras ocasiones, a confundir conceptos e ideas dotándolos de significados ajenos a su origen.

 

            Ha tenido que surgir un acontecimiento deportivo para que la Bandera Constitucional Española haya vuelto a tener la consideración que nunca debió perder, y de ello han sido felices muestras las continuas demostraciones en viviendas, vehículos, personas, empresas de todo tipo de cualquiera de las regiones de España, incluso de aquéllas en las que algunos políticos se empeñaban en situarlas en la marginalidad del separatismo. En todas partes ha ondeado con orgullo sin que nadie se haya sentido herido por ello en uno u otro sentido, antes al contrario, ha supuesto la vuelta a la unidad en torno a algo, al amparo de una ilusión que, siendo de difícil realización, ha contado con un grupo de personas en las que, obviando la recompensa económica, es de destacar la preparación, el esfuerzo, la dedicación, la unidad de objetivo. Personas que han tenido que sacrificarse imponiéndose una rigurosa disciplina para obtener la forma física necesaria y la serenidad de mente que les ha permitido vencer los retos a los que se han enfrentado, haciéndolo, además, como así se les reconoce también, con elegancia. Se han negado a responder a la violencia con la violencia y, por ello, aún es más destacable el éxito conseguido.

 

            Si alguien quiere tener un ejemplo a imitar, aquí lo tiene. Si queremos salir de la crisis económica, acabamos de tener una demostración de cómo hacerlo: formando equipo, trabajando duro, no haciendo jugadas sucias, conscientes de que podremos perder alguna batalla, pero es posible ganar la guerra contra la especulación, el arribismo; la fórmula ya está dicha: disciplina, esfuerzo, sacrificio. Todo depende de ti y de mí, de nosotros. Tanto da si somos mayores o jóvenes, empresarios o trabajadores, hombres o mujeres. No podemos esperar que arregle las cosas “el otro”, “el que tiene la culpa”, “el que se forró”, porque si dejamos pasar la oportunidad corremos el riesgo de que no vuelva a presentarse. Ese creo que es el secreto del éxito. Yo ya me he puesto en marcha.

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