Índice de Documentos > Boletines > Boletín Noviembre 2010
 

POR MATAR A UNA HORMIGA

(por Matías Mengual)

Matías Mengual


     Menudo remordimiento sintió aquella vez una de mis hijas. Más que entretenida, parecía absorta mirando los esfuerzos de una hormiga que arrastraba una semilla por el suelo y, en eso, plaf…  A la sazón, tendría la niña escasamente dos años, le pregunté por qué la había aplastado. Ella, cabizbaja, guardó silencio. Por lo que recuerdo, le dije algo así como que lo que arrastraba la hormiga era comida para su casa, y que con lo ocurrido, la pobrecita de su hija se pasaría la noche solita llorando por lo que tardaba en volver su mamá…

     Al respecto, creo haber aplicado a mis hijas el mismo criterio que aplicaron mis padres a sus hijos: Despertarnos la conciencia. Por tanto, mayor ahínco hubiera puesto yo en mi función paterna de enterarme a tiempo de la importante puntualización de William James: Para ayudarnos a comprender la consciencia necesitamos saber que es un proceso y no un objeto.

     Particularmente, la consciencia (ese darnos cuenta de nuestro entorno y de nosotros mismos) me sigue pareciendo el más misterioso de nuestros procesos vitales. Subrayo lo de “proceso” porque la mayor parte de mi vida me estuve preguntando, sin éxito alguno, qué cosa podría ser la conciencia. Ahora, al concebirla como un proceso, presumo que será continua. Continua y personal, porque pertenece al individuo exclusivamente. De no ser así, ¿experimentaríamos el mundo desde nuestro punto de vista o desde la perspectiva de una persona distinta? ¿Estaríamos seguros de que uno es uno mismo y no otra persona?

     Es verdad que existen muchas teorías, pero nadie sabe exactamente cómo funciona. Se supone que dispone de un mecanismo innato que enlaza cada momento con el anterior y con el posterior. Es decir, que sabe rellenar los vacíos entre dato y dato. Y si, además, ni nace ni muere (es espíritu, sabiduría acumulada encarnación tras encarnación, como apuntábamos en el Boletín de Mayo), me planteo: ¿Por qué no ha de llenar también el vacío entre datos de dos encarnaciones sucesivas? No se me ocurre otra manera de expresar su papel en nuestra evolución.

     El prestigioso genetista Dean Hamer, autor de El Gen de Dios, asegura en dicho libro que no es sencillo examinar la secuencia del genoma ni decir dónde están los genes responsables de la predisposición a la espiritualidad, aunque añade que se pueden buscar las causas de la diversidad humana, la razón por la que algunos tienen más o menos predisposición que otros. Cita a Louis Pasteur: “No conocemos ninguna circunstancia en la que podamos confirmar que seres microscópicos vengan al mundo sin gérmenes, sin padres parecidos a ellos”, y se pregunta: ¿Necesitaremos otro Pasteur para comprender cómo funciona la conciencia?

Volver