Cuando cada domingo
subo a tu Ermita,
se me hace cuesta abajo
la cuesta arriba.
Y, cuando bajo,
se me hace cuesta arriba
la cuesta abajo.
Empinada es la cuesta
de la montaña;
la mar le copia al cielo
su azul sin mancha
y, allá en la cumbre,
tu ermitica, Señora,
-nieve y cal-, luce
y hasta me llama,
Madre, cada domingo
por la mañana.
|
¡Qué bonica es tu imagen,
Madre! ¡Qué guapa,
a pesar de tu pena,
luce tu cara!
¡Qué sinfonía
de oración, a tus plantas.
Santa María!
Por eso, digo
que sueño con que llegue
cada domingo.
Y, así, cada domingo,
por la mañana,
subo a mirar, Señora,
tu imagen santa
con su corona nueva,
-corona áurea-.
Santa María:
Se me hace cuesta abajo
la cuesta arriba.
|
Las horas se me escapan
sin yo notarlo
mientras, ante tu imagen,
estoy rezando…
¡Ay, Madre mía;
quiero estar a tus plantas
toda mi vida!
Y, por eso, Señora,
vengo notando
que, tras “pasar” las cuentas
de tu Rosario,
te digo “adiós”, y vuelvo
sobre mis pasos,
y dejo atrás tu ermita.
Cuando me bajo
se me hace cuesta arriba
la cuesta abajo.
|