Déjame que me acerque a tu pecho
y recline sobre él mi cabeza.
Déjame que me acerque a tu alma
y te hable de mis dichas y penas.
Déjame que te coja las manos
para dejar en ellas
según en qué momento
mis risas o lágrimas.
No quiero echar al aire
todos mis sentimientos
ni quisiera acallarlos
metidos muy adentro.
Quiero que te conviertas
para mí en ese cuenco
en donde deposite
todos mis pensamientos.
Cosas tristes y alegres,
cosas malas y buenas,
¡déjame que te hable
aunque no me comprendas! |