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REYES MAGOS
(por Antonio Aura Ivorra)
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La generosidad de los Magos y la excelencia de sus regalos siempre son novedosas y admirables: este año nos ofrecen vida nueva. Por ahora, todavía es momento, siguen repartiéndola a discreción envuelta en papel de colores en diminuto estuche, como preciada joya, a quienes estén dispuestos a recibirla con la mente y los brazos abiertos. El mejor regalo para todos: Vida nueva; talento que inspira e impulsa nuestro devenir. Pero algunos, insatisfechos e indolentes, que temerosos y desconfiados arrastran su vida como carga, rehúsan el obsequio por falta de tesón.
Y es que todo lo nuevo necesita de forja, de esfuerzo creativo diario y constante. Transformar la rutina carente de requerimiento intelectual, que relaja hasta la abulia, cuesta. Es el exigente primer paso. La fuerza de voluntad inquebrantable que inconforme frente al determinismo incita a la búsqueda del triunfo.
Se puede triunfar en la vida de muchas maneras: algunas, confundiendo el triunfo con la posesión, exigen sacrificios enormes tan solo para conseguir bienes materiales. Si así se entiende, no se cuestiona que es triunfador aquel que acumula dinero, bienes, fama… y poder, según ambiciones. No importa a costa de qué. Como parece que nos hemos convertido en mirones, incluso rentabilizando la intimidad con descaro.
Codearse con gente importante, salir en la prensa o en la televisión…, excederse con ocupaciones y compromisos sujetos a una agenda rígida, a un teléfono móvil o a una conexión permanente a Internet aunque cree servidumbre y quebrante la frontera entre lo privado y lo público o profesional, todo medido hasta el mínimo detalle, son, hoy por hoy, destellos de prestigio. También las cosas “menores”, como atender a los hijos, (¿de qué pueden quejarse si lo tienen todo?) que permanecen bajo control de personas cualificadas en quienes ha delegado el triunfador –como no podía ser de otra manera, suele decirse ahora (¡vaya muletilla!)-, completan la aureola triunfante. De ese modo, organización, control, rigor y pulcritud es lo que se muestra al observador. Nada se improvisa.
Pero no parece que el estilo de vida descrito sea el recomendable. Las posesiones, su ostentación –un lujo insultante- y la falta de espontaneidad, no son los mejores méritos para el bienestar, que no precisa de tantas alforjas. Y los Reyes Magos, a fuerza de ser reiterativos invitándonos año tras año a que seamos protagonistas de nuestras vidas, van consiguiendo que tan rígida conducta, todavía envidiable para algunos, empiece a tambalearse por mucho que otros traten de dictárnosla. La fórmula que nos aportan para triunfar de otro modo, correcta y fácil de comprender pero no tanto de ejecutar, no es otra que cambiar, cambiar para sanar la esclerosis que constriñe nuestra conciencia y adormece nuestra sensibilidad a la deriva del triunfo equivocado.
Habrá que olvidar el guión establecido y aceptar el regalo de los Magos para redefinir lo que hasta ahora entendemos por “triunfo”, no sea que las circunstancias nos arrastren a la melancolía y a la depresión -síntomas hay- cuando somos nosotros quienes debemos influir sobre ellas en busca de la felicidad. Ya va siendo hora de sacudirse el polvo, espabilar y no permitir que nos arrumben.
El intercambio cultural y las nuevas tecnologías que lo favorecen nos facilitan la revisión de nuestras actitudes ante el entorno que nos toca vivir, estimulan el reencuentro con los valores universales que las determinan y facilitan argumentos convincentes para mudar nuestra conducta y moderar nuestras apetencias materiales. Solo de esta manera avanzaremos hacia una vida equilibrada, respetuosa, menos egoísta y más libre y espiritual.